Como bien lo reflejan sus recientes editoriales “La Constitución y la elección del Fiscal” (08-11-09), y “El referendo embolatado” (15-11-09), al diario El Espectador no le han faltado la sensatez ni el valor para señalarle con el debido respeto al Gobierno del presidente Uribe la ineludible e impostergable conveniencia de anteponer los altos intereses de la Nación por encima de los intereses personales y partidistas de un régimen, cuya cabeza principal aún se encuentra a mitad de camino de su encrucijada reeleccionista a perpetuidad, en retadora oposición al espíritu de nuestra Constitución Política y en franca actitud de menosprecio por las reglas de juego democráticas.
Tal y como lo acaban de establecer con independencia los señores conjueces del Consejo Nacional Electoral, al invalidar el proceso espurio de la recolección de firmas que ha puesto en estado de coma el nefasto embrión dictatorial. Y todo ello aunado al imperativo moral que acompaña a los colombianos de no olvidar que durante estos largos siete años no han sido pocos los escándalos que, enlodando seriamente al Gobierno, terminaron no sólo traspasando los linderos del Código Penal sino, aún más grave, ocupando sendas páginas en la Historia Universal de la Infamia.
Ramón Francisco García. Ocaña.
El poder de los Cartageneros
Me refiero a su crónica del domingo sobre los cartageneros en el “poder”. Con un par de excepciones (el ministro de Minas y el general Padilla) todos los demás son expresión de esa solidaridad costeña que se enlaza y entrelaza, particularmente en la Rama Judicial. Es posible, además, que toda esa maraña de la cual ustedes sólo muestran la cúspide, se origine directamente en la Presidencia y más concretamente en la secretaria privada de Uribe, también cartagenera. Probablemente no haya méritos muy grandes, sino una nueva y local expresión de la tradicional “rosca costeña”.
Eduardo Ortiz. Cali.
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