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En la edición del 24 de octubre, aparecieron unas declaraciones que el director del Sena dio a El Espectador a propósito de su retiro.
Vale la pena hacer claridad en algunos aspectos en los que el director da una información imprecisa con la cual se desorienta a los lectores sobre la controversia que se viene dando.
No es cierto que las universidades estén adelantando una campaña en su contra por un problema de competencia en cobertura. Él habla de 500.000 estudiantes que tienen matriculados en sus programas de “educación superior”. Sin embargo, lo que hasta ahora viene ofreciendo el Sena no son programas de educación superior, sino programas técnicos y tecnológicos que están contemplados dentro de la educación para el trabajo y el desarrollo humano que responde a los fines de la educación consagrados en el artículo 5 de la Ley 115 de 1994. Se ofrece con el objeto de complementar, actualizar, suplir conocimientos y formar, en aspectos académicos o laborales, y conduce a la obtención de certificados de aptitud ocupacional. Con estos programas los estudiantes no obtendrán un título universitario, a pesar de que así se les asegure.
De aquí que no sea cierto que el sistema de educación superior incrementó la cobertura del 23% al 35%, esa es una manera de manipular la información. Lo que sucedió en el país es que se incrementó el número de frustraciones y sería interesante que el periódico pudiera adelantar una investigación al respecto, para que no se siga manejando un discurso demagógico interesado en desprestigiar a las universidades presentando la imagen distorsionada y reduciendo el problema a un aspecto de competencia en el mercado.
Héctor Bonilla Estévez. Bogotá.
Realidad sobre el cáncer de seno
Bastante loable es la cuarta versión de la Carrera de la Mujer en Bogotá contra el cáncer de seno. Sin embargo, a pesar de estos esfuerzos, la realidad sigue siendo otra. ¿Para qué sirve tanta campaña, pasarela y fotos, si las enfermas no son atendidas cuando lo requieren, a menos que interpongan una tutela? Mucho ruido y pocas nueces.
Helena Manrique. Bogotá.
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