“Uribistas de todos los rincones de Colombia, uníos contra Mockus”.
Pareciera que éste fuera el llamado urgente del Presidente frente al torrente impetuoso de la avalancha verde. Como quien dice atáquenlo, calúmnienlo, acorrálenlo. Tiemblan como si ellos fueran los del párkinson y por eso Uribe preocupado les propone evitar sorpresas.
Mockus no es de izquierda o antiuribista como Petro o Pardo. Simplemente es no-uribista, no es de la rosca pero sí enemigo de la corrupción, de los nexos con las mafias, de los atajos frente a la ley, del todo vale. Las últimas estrategias de Uribe han fracasado. Después de paralizar el país en torno a su caprichosa reelección, enredó a sus lugartenientes que se sintieron herederos políticos. Hoy divididos, se pelean rabiosamente el poder estatal.
Querámoslo o no, más de medio país derechizado y uribizado no se desintegrará con un programa social demócrata o progresista. Sin ser agorero, la izquierda democrática en Colombia nunca llegará al poder estatal mientras existan las guerrillas. En consecuencia un Petro o un Pardo pueden tener mejores propuestas y programas para el país que se requiere, pero Mockus interpreta el sentir del pueblo y la aspiración de cambio de unas mayorías cansadas de los sectarismos extremos, de las intolerancias y los odios partidistas. En la primera vuelta se va a dirimir esta confrontación entre el viejo y el nuevo país, encarnados por Santos y Mockus, respectivamente. Es la lucha entre la tradición y la modernidad. Entre “el nacer siendo o el llegar a ser”. Santos, con ancestros presidenciales, lo ha tenido todo desde la cuna a pedir de boca e interpreta los intereses de los privilegiados de todas las épocas. En torno a él se aglutinan los clientelistas, arribistas, corruptos, mafiosos, contratistas y burócratas que siempre se acomodan al sol que más alumbra.
Mockus, quien contra viento y marea se ha construido un prestigio de honestidad, inteligencia y sensibilidad, representa el espíritu de lucha de los colombianos. Lo rodean los académicos, investigadores, profesionales, artistas, jóvenes, mujeres y ciudadanos autónomos que votan con inteligencia, así los estados mayores de muchas fuerzas políticas no hayan dado la orden de hacerlo.
Miguel Ángel Tovar. Bogotá.
Fe de erratas
En la edición del pasado domingo 18 de abril, en la sección Bogotá, se publicó un perfil del nuevo director del IDU, el ingeniero Néstor Eugenio Ramírez, titulado “Un director en obra”. En dicha nota, el apellido del ingeniero fue cambiado. Ofrecemos excusas por este error.
Envíe sus cartas a lector@elespectador.com
