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Un 4 de noviembre

Columnistas elespectador.com

11 de noviembre de 2010 - 09:53 p. m.

Ese día  tuve un encuentro con temas que han movido mi carrera y de los cuales se habla ahora mucho, no siempre sabiendo lo que significan: la verdad, la justicia y la reparación de víctimas de los más terribles crímenes ocurridos en este país.

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Mi periplo empezó a las 10:00 a.m. en el acto de conmemoración del Holocausto del Palacio de Justicia ocurrido hace 25 años. Mientras empezaba, observé que  pusieron en el piso fotos de los desaparecidos que un funcionario de la Presidencia no vio y pisoteó. Uno de los familiares de las víctimas sólo atinó a decir con elocuencia: “¡Esto es lo que nos han hecho toda la vida!”.

Al oír las intervenciones no pude evitar pensar que aunque durante años los hechos del Palacio fueron objeto de una especie de pacto de silencio, se han dado importantes pasos y ya hoy, además de existir un informe de la verdad, se ha logrado que haya un condenado. Pero sigue habiendo dificultades: la fiscal que por fin decidió investigar a fondo el caso fue  removida de su cargo. La juez que produjo la primera condena importante está exiliada por amenazas contra su vida. Ellas también son víctimas de los hechos del Palacio de Justicia. Al finalizar el acto, se encendió una llama eterna en el costado norte del Palacio como homenaje permanente a las víctimas. Ojalá el símbolo sea honrado y respetado por todos, de cualquier vertiente ideológica, como un signo de la necesidad de recordar para no repetir.

Por la noche, decidí ir con mi mamá a ver la obra de teatro El deber de Fenster, que relata de manera magistral los hallazgos de la Comisión Especial creada por la CIDH para esclarecer los hechos de Trujillo, Valle,  entre 1988 y 1991. Admirada de la labor investigativa y el trabajo de montaje, el sacudón emocional que implicó oír lo ocurrido de boca de muchos de sus protagonistas y de documentos    fue demoledor. Los guionistas y productores logran recrear mediante un formato de documental en teatro, totalmente novedoso para mí, no sólo los hechos trágicos y macabros, sino además contextualizar de manera muy acertada el clima de violencia de la época y la triste realidad de que las cosas no han cambiado casi nada… Es muy gratificante encontrar, en este mar de apologías a los carteles y las mafias, un grupo de artistas que tengan la consciencia suficiente para hacer un montaje que transmita estos mensajes y que intente levantar a los colombianos de su sopor, de su anestesia o de su indiferencia, en muchos casos deliberados. Ojalá la obra vuelva pronto a cartelera pues  hay muchos que todavía quieren y deben verla.

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El 4 de noviembre terminó teniendo un significado muy especial, pues renovó con crudeza mi energía para darle sentido a lo que hago y para reafirmar mi total compromiso con la causa de los Derechos Humanos, desde la óptica de las personas que sufrieron, y de las que sufren, los incomprensibles efectos del enfrentamiento atroz que forma parte de nuestra realidad y cultura.

 Juliana Bustamante R. Bogotá.

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