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Un cardenal y el aborto

Columnistas elespectador.com

26 de octubre de 2009 - 11:38 p. m.

En la polémica que se ha suscitado sobre el aborto y la oposición de la Iglesia católica colombiana apoyada por el Procurador, es bien conveniente revisar otras voces de altos jerarcas católicos, como la del connotado cardenal Carlo María Martini, jesuita italiano y doctor en teología.

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En un amplio diálogo con el médico católico y bioeticista italiano Ignazio Marino, que aparece en www.atrio.org, el prelado trata temas del principio de la vida, la fecundación heteróloga, las células madre y el aborto, este último que vale la pena reseñar dentro del debate actual.

Ciertamente hay que hacer cuanto sea posible y razonable por defender y salvar cada vida humana, pero es importante reconocer que la prosecución de la vida humana física no es, en sí mismo, el primer y absoluto principio, dice el cardenal. Por encima de él está el de la dignidad humana, una dignidad que en la visión cristiana y de otras religiones implica apertura a la vida eterna. Y cita el evangelio para reafirmar su planteamiento: “Quien cree en mí, incluso si muere vivirá” (Juan 6,25). Así que la dignidad de la existencia no se limita a la sola vida biológica humana.

En un tema doloroso como el aborto es difícil que un estado moderno no intervenga al menos para impedir una situación salvaje y arbitraria, continúa Martini. En estas situaciones, sería difícil que no se planteara una distinción entre actos punibles por ley y otros que no es conveniente castigar. Esto no quiere decir en absoluto “licencia para matar”, subraya el cardenal, sino que el Estado prefiere no intervenir en todos los casos, se compromete a disminuir las causas del aborto y exigir precauciones para que la mujer que decida abortar, en estos casos no punibles, no resulte herida gravemente hasta arriesgar la vida. Es positivo que la ley haya contribuido a reducir los abortos clandestinos y tienda a eliminarlos, agrega.

En los casos en los que el embarazo amenaza gravemente la vida de la madre, la teología moral ha apoyado el principio de la legítima defensa y del mal menor, aunque se trate de una realidad que demuestra la naturaleza dramática y frágil de la condición humana, argumenta monseñor Martini. En todo caso, se debe respetar a toda persona que, quizá tras mucha reflexión y sufrimiento, en estos casos extremos sigue su propia conciencia, incluso si se decide a hacer algo que no estoy en condiciones de aprobar, concluye.

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Al final del diálogo agrega esta reflexión: la Iglesia está llamada a formar conciencias, a enseñar el discernimiento de lo mejor en cada situación. Lo más útil será formar la mente y el corazón en el respeto, el amor y el servicio de la dignidad de la persona en todas las manifestaciones, pues el ser humano está destinado a participar en la plenitud divina y esto exige sacrificios y renuncias. Profunda reflexión de monseñor Martini que vale la pena pensar a fondo en este debate.

 Hernán Mira Fernández. Medellín.

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