En el debate suscitado por el concepto favorable al referendo reeleccionista del procurador Alejandro Ordóñez, parece más fuerte la posición exultante, que expresa en la columna “Soberanía popular” un intelectual desapasionado, objetivo y sensato, como Ernesto Yamhure, que la reflexión alarmada y afligida del editorial “Referendo en Estado de opinión”, textos ambos de ayer.
Yamhure explica sin ambages la tendencia política en la Colombia de hoy: “La de quienes defendemos el derecho de las gentes a pronunciarse sobre los diversos asuntos que surgen a lo largo de la vida en sociedad y que para efectos prácticos y académicos se ha denominado con el nombre de democracia deliberativa o Estado de opinión”. En contraste a la lucidez argumental yamhuriana, el citado editorial aparece en exceso pesimista al preguntarse cómo, pese a las monstruosas irregularidades que conlleva el referendo reeleccionista, el jefe del Ministerio Público pide a la Corte Constitucional que declare la exequibilidad: “La respuesta, por lo pronto, parece estar del lado del Estado de opinión. Lo que antes no pasaba de ser una hipótesis gubernamental de corte más bien teórico luce ya como una realidad tangible que comienza a cobrar vida jurídica con el concepto del Procurador”.
¿A quién engañamos? El presidente Uribe jamás abusó de su eventual ventaja sobre otros potenciales candidatos. Lejos de preservar su propia superioridad, él y su equipo han hecho lo indecible por hacer simétricas las relaciones entre fuerzas políticas. Por eso, Yamhure tiene razón, estos ocho años gloriosos son la era dorada colombiana y hay que impedir que los empañen pequeñeces y montajes malintencionados como lo de las zonas francas, los falsos positivos, los casos Yidis y Teodolindo, la parapolítica, la debacle de la salud, el “agroingresoseguro”, el DAS y otros casos aislados que opositores embaucadores tratan de hacer aparecer como escándalos. En época de titanes políticos como Andrés Felipe Arias, José Obdulio Gaviria, Roy Barreras, Fabio Valencia Cossio o Rodrigo Rivera, es obsoleto pensar que la salud de la democracia radica en la rotación de ideas, de proyectos administrativos y de equipos de funcionarios. ¿Para qué conformarnos con tres poderes públicos? ¿Para qué? ¡Si la opinión del Constituyente Primario (al cual nadie ha aborregado a punta de encuestas semanales) es que haya cuatro!: Legislativo, Ejecutivo, Judicial, y, claro, el Uribista que subsume los demás. En esto, se sabe desde siempre, las mayorías son infalibles. Así que, ¡afuera preocupaciones! Uribe hasta la eternidad, el pueblo ha repetido y eso elimina toda posibilidad de que el país acabe arrepentido.
Alfredo Gutiérrez Borrero. Bogotá.
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