Cosechando en los errores de la negociación y en la buena fe del presidente, avanza el ELN con un perdonavidas al mando hacia su meca: erigirse en Estado paralelo, con régimen de dictadura militar. Hacia allá apunta, aun sin el estatus de beligerancia que lo equipararía al Estado con el cual negocia y lo libraría de bombardeos en una ofensiva militar en regla. Forma embrionaria de Estado podrá ser el control del sur del Chocó durante nueve días, con confinamiento de 50.000 habitantes que vieron suspenderse toda actividad comercial, educativa, de movilidad, de salud y, horror, con pérdida de tres vidas. Paro impuesto por hombres en armas que administran justicia (con ajusticiamiento si toca), secuestran, extorsionan, regulan la economía y se enriquecen en el narcotráfico. Práctica del ELN enderezada al control del territorio y al sometimiento violento de la población. Todo, en la impunidad.
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A concederles preeminencia de pares ante el Estado contribuye la asombrosa revelación del presidente: tal vez acosado por un ultimátum para quitarle a esa guerrilla el distintivo de Grupo Armado Organizado, le propuso “viabilizar la reforma económica que se acordó” en mayo con gremios y organizaciones sociales. Se dio el lujo ese grupo de humillar con un portazo al primer mandatario, pese a que la tal propuesta quedó confeccionada a la medida del ELN. Según la Andi, los gremios no suscribieron el documento que proponía cambiar el régimen político y el modelo económico, porque no recogía la visión de todos los miembros del Comité de Participación y excedía su propósito de origen: ponía en discusión elementos estructurales de nuestra democracia y del modelo de país.
De exigencia en exigencia, de condición en condición, de chantaje en chantaje hasta el ultimátum a 23 de agosto, no ha hecho el ELN sino marchar en la dinámica que Danilo Rueda, primer Comisionado de Paz, trazó desde el día uno de la negociación: el Gobierno no tiene líneas rojas. Entonces se precipitó un cese el fuego que ha servido mayormente a la expansión territorial de esa guerrilla, mientras no se reclama partidaria de la paz ni se compromete con su eventual desmovilización ni contempla la posibilidad de deponer las armas. Antes bien, despliega más y más brutalidad contra la población inerme.
A Otty Patiño, el nuevo Comisionado, se le ve capotear a un tiempo este peso muerto que Rueda le heredó, y la prepotencia y desafueros del ELN, que va extorsionando, secuestrando y violando los acuerdos a carcajada batiente. Señaló Ángela María Buitrago, ministra de Justicia, que si el ELN quiere acuerdos tiene que cumplir sus obligaciones, “porque eso de que yo quiero acuerdos pero sigo ejerciendo toda mi violencia contra la población, no tiene sentido. Lo han dicho el presidente y el comisionado de paz: hay que poner reglas y cumplir las reglas”. Añadió que el diálogo resulta inescapable porque es la única manera de allegar acuerdos: pero diálogo donde las reglas se cumplan.
¿Porfiará el ELN en descender de la opción popular que presumió encarnar, a peligro cotidiano para su propio pueblo? ¿Tan maltrecha estará su inspiración primera que dio en aplastar bajo alforjas de oro las ideas y la vida de Camilo Torres, en matar hasta la evocación del mártir? ¿Lidia el ELN con sus fantasmas? ¿Entenderá que el país no resiste un secuestrado más, un desplazado más, un confinado más, un extorsionado más, un amenazado más por el fusil de un uniformado que pasa por guerrillero pero es vigía de negocios sucios? Para culminar la misión de alcanzar la paz que el país sueña mediante el diálogo, ¿tendrá el comisionado Patiño que desandar el camino más tortuoso y reiniciar la marcha? Si replantea, Colombia lo acompaña.