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Estudiantes 1971: ¿reforma o revolución?

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Cristina de la Torre
12 de octubre de 2021 - 05:30 a. m.
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De amplitud y duración sin precedentes, el movimiento estudiantil de 1971 fue no obstante un fenómeno “bipolar”. Mientras el estudiantado luchó en masa por la reforma universitaria, muchos de sus dirigentes quisieron “elevar” el modesto reformismo a categoría política, a revolución. Como si romper las cadenas del poder eclesial-oligárquico y la tiranía del tomismo en el currículo; como si abogar por autonomía, financiamiento, libre cátedra y universidad pública para todos no fuera el más ambicioso programa político. Pero no se conformaba aquella propuesta con este programa mínimo: se agitaba el programa máximo de revolución que casara con cada modelo del socialismo internacional hasta simpatizar, a menudo, con su modalidad de lucha armada: si el modelo soviético, con las Farc; si el chino, con el Epl; si el cubano, con el Eln. Trasplante a la brava del dogmatismo que informó los totalitarismos comunistas, para cercar al contradictor y nutrir retóricas de vanguardias construidas en el aire: sin pueblo. A distancia de este espíritu doctrinario, diría Hernán Darío Correa, la oleada del pensamiento crítico que oxigenaba desde París en el 68; aunque allá fue rebelión contra el Estado tutelar y la familia patriarcal, y aquí la solución del problema universitario tenía que pasar por la acción del Estado.

En la crisis social abrevó el movimiento del 71. En la estrechez del aula para albergar contingentes crecientes de muchachos que aspiraban a formación profesional, en un movimiento campesino resuelto en invasión de tierras, en el hastío con el Frente Nacional que había trocado la competencia política por una desproporcionada acción contrainsurgente del Estado contra guerrillas en ciernes y contra todo el que discrepara del orden conservador en el único país latinoamericano que no ha tenido un gobierno de izquierda. En el supuesto fraude de 1970 que entregó la presidencia a Misael Pastrana, cuya ejecutoria inmortal sería el entierro de la reforma agraria.

Con todo, no podía atribuirse el surgimiento de la insurgencia al portazo del Frente Nacional contra los partidos de izquierda, un lánguido porcentaje de la cosecha electoral. Ni los abusos y arbitrariedades de la democracia colombiana podían equipararse a los de las dictaduras militares del vecindario. Disonaba, pues, la ruidosa perorata del mesianismo, así trasladada al movimiento estudiantil. Liderazgo efímero del sueño revolucionario en las aulas, mientras se afirmaba el estudiantado en el cogobierno de la universidad y se volcaba al estudio de la realidad nacional. 40 años después, protagonizaría la MANE una vuelta de tuerca: se dio el movimiento una dirigencia plural salida de la base, interpretó el sentir del estudiantado como categoría social, lo vinculó a la lucha contra la privatización, logró que esta fuera pacífica y, en 2018, que el Gobierno destinara 6 % del PIB a educación. En el estallido social de 2021, jugaría papel medular.

Periplo semejante al descrito en 1918 por la reforma universitaria de Córdoba, Argentina, que se extendió al punto a toda la América Latina. Primero como puntal de las reformas liberales que enfrentaron la tórrida herencia colonial y luego como ariete del cambio político y social, bandera flameante ya en el continente entero. En Perú dio lugar al primer gran partido revolucionario, nacionalista y popular, con réplicas por doquier: el APRA.

Tarde nos llegó el coletazo de Córdoba, acaso porque fuera nuestro país casi el único en donde al timonazo liberal de un siglo atrás se respondió con la Violencia. Aunque todas las escolásticas y sus catedrales —las reaccionarias y las comunistas— se disputen todavía la grey blandiendo el fierro o impostando superioridad moral, una pregunta queda: ¿no habrá resultado más transformadora la reforma que la revolución?

Cristinadelatorre.com.co

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Igor(19369)13 de octubre de 2021 - 03:03 a. m.
Por qué Colombia no ha tenido un gobierno de izquierda? Porque los campesinos no le creen, por haber sido las víctimas directas de su violencia. Por eso no votaron el acuerdo de paz. Y en las ciudades, salvo Bogotá, tampoco. El discurso de izquierda, mainstream académico, no cala en la gente. La clase media ha crecido y accede a información diferente a la que dan los profes. Ya no come cuento.
  • Libardo(10892)13 de octubre de 2021 - 11:06 a. m.
    Uff! La clase media, el jamón del sandwich, la que no sabe si va o viene, la que se come los cuentos de las extremas, la equilibrista, la que come lentejas a cambio de cumplir con las cuotas del carro y de la vivienda y la que guarda las apariencias sacrificando su dignidad: no come cuento? Será por lo ahita.
  • Pedro(smv8c)13 de octubre de 2021 - 10:58 a. m.
    En la única de las 4 ciudades más grandes, el "no" solo ganó en Medellín. En Bogotá, Cali y Barranquilla ganó el "sí".
Fernando(70558)13 de octubre de 2021 - 12:20 a. m.
Cristina: parece que hubieras escrito el próximo discurso de Fajardo. Has asimilado pleno el lenguaje de la ideología dominante, para adoptar posturas de aparente progresismo pero fuertemente asidas al búmeran del estatus quo.
  • Pedro(smv8c)13 de octubre de 2021 - 10:59 a. m.
    Ese comentario al artículo de Cristina es muestra de esa "izquierda" anquilosada que la mantiene en el margen, irrelevante.
German(51480)12 de octubre de 2021 - 07:58 p. m.
"Ni los abusos y arbitrariedades de la democracia colombiana podían equipararse a los de las dictaduras militares del vecindario": este comentario es lo único falso de su buen artículo, por ejemplo, ¿existe en el vecindario algo como la violencia por acción u omisión estatal que cambió la composición poblacional de rural a urbana en 2 generaciones? Con esta democracia, Pinochet fue un angelito.
  • Joaquín(65075)13 de octubre de 2021 - 04:18 p. m.
    German: con las dos preguntas mediante las cuales intenta construir su argumentación no es viable demostrar que la aseveración de la columnista es falsa. Sigue entonces en pie la proposición de "Ni los abusos y arbitrariedades de la democracia colombiana podían equipararse a los de las dictaduras militares del vecindario"
  • Libardo(10892)13 de octubre de 2021 - 11:14 a. m.
    De acuerdo, pasamos por alto esas violencias citidianizadas, hechas paisajes, tapadas con clichés: ajuste de cuentas, lucha por el territorio, algo deberían, líos de faldas, daño colateral, máquinas de guerra, el sitio equivocado a la hora incorrecta, cianuro pertinente, manzanas podridas, a mis espaldas, y un largo etc. vergonzoso.
Miguel(78770)12 de octubre de 2021 - 06:20 p. m.
Revolución es el termino más desgastado del sxx,desde la revolución rusa para acá.Devino en destrucción,totalitarismo,dominación,violación de derechos,persecución a la propiedad,destrucción y muerte,como lo q pasa en la vecina V/zuela.En el país todas las guerrillas procomunistas son hoy narcoterroristas dedicadas a destruir lo bueno q se ha logrado y generar narrativas contra el Estado de deremi
  • Libardo(10892)13 de octubre de 2021 - 11:20 a. m.
    Revolución de los derechos humanos, revolución del voto femenino. El problema no es del concepto, es sumarle plomo es lo que hay o una contra revolución más sangrienta que la anterior y, sobre todo, validar los horrores de la contra revolución y justificarlos y dotarlos de virtud. Los cambios en la sociedad no tienen por qué ser violentos.
bernardo(19305)12 de octubre de 2021 - 05:20 p. m.
Deng Siao Ping con sus gatos negros y blancos, Gorbachov con glasnost y perestroika y el no lejano triunfo de Patria y Vida en Cuba, ya tumbaron el viejo muro de Berlín de las revoluciones. Algún sector de la izquierda , también en Colombia, construyó con los escombros del muro, su propio corral y se encerró para siempre. No saben que a toda Revolución le llega su revolución.
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