En melodramática exhibición de hipocresía, saca la ultraderecha a danzar el coco de la expropiación, pero calla sobre la que operó como despojo de seis millones de hectáreas a siete millones de campesinos. Despojo a mano armada al que tributaron, por acción o por discreta complacencia, franjas del capital y de la élite política que se opone ardorosamente a la restitución de lo hurtado. Y a destrabar la compra oficial de tierras por oferta voluntaria, un componente sustantivo de la reforma rural que es mandato de la Constitución, ya integrada por el Congreso al Plan de Desarrollo. Como mandato suyo es también, desde hace 90 años...
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