Carros de fuego extraídos del Libro Sagrado, los bombardeos del atávico sionismo supremacista de Israel contra Gaza habrán cobrado en solo un año, este 7 de octubre, 41.630 muertos y más de 13.000 desaparecidos. En el exterminio de un pueblo, recobra su fuerza macabra el mandato de la escritura por boca del rabino Eliahou Mali: “no dejar vivos, ni hombre, ni mujer, ni anciano, ni niño”. Con parecidos arreboles de guerra santa azuzada desde púlpitos y directorios políticos en tiempos de la conflagración liberal-conservadora, esta arrojó en Colombia un estimado de 250.000 muertos. Si a ellos se suman los 450.664 del conflicto armado que siguió a la Violencia, los desaparecidos, la aniquilación de un partido (la Unión Patriótica), los miles de falsos positivos y los centenares de líderes sociales asesinados, la cifra subiría peligrosamente hacia el millón en este dolorido país.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
“Soy judío y no puedo defender a Israel”, escribió Salomón Kalmanovitz. Su postura descalifica la revancha que cobra en inocentes el holocausto sufrido y honra la protesta de millones de judíos en el mundo contra esta carnicería. Meta de Netanyahu, afirma el académico, es preservar la exclusividad del pueblo elegido; exterminar a la población civil de Gaza, aunque sea ajena al extremismo islámico de Hamas. Se duele Eva Jablonka en Israel: amo y odio este país; es mi lengua y mi paisaje, pero sólo puedo esperar una caída en picada hacia el fascismo.
Y aquí revela el coronel (R) del Ejército, Luis Fernando Borja, excomandante de la Fuerza de Tarea de Sucre, que los falsos positivos no serían los 6.402 habidos en el gobierno de Uribe, sino más de 10.000. Este crimen abominable del conflicto armado obraba ya desde 1986, bajo el nombre de legalizaciones. “Yo mismo di cuenta ante la Fiscalía de haberlo cometido desde entonces”, afirmó ante sus víctimas y al lado de Rodrigo Londoño, excomandante de las FARC. Entonces lo emplazó Álvaro Uribe a no ocultar sus delitos en supuestas presiones y Londoño encaró a su turno al expresidente: “la verdad, por dura que sea, hay que reconstruirla (…). La verdad histórica y judicial es innegable: los falsos positivos fueron política de Estado en su gobierno”.
El Frente Nacional no fue apenas repartija del poder entre conservadores y liberales: fue también un pacto de impunidad cobijado por el mutismo sobre la responsabilidad intelectual y política de élites que promovieron la Violencia desde el poder. Ninguno de sus autores pisó los estrados judiciales ni pagó cárcel ni sufrió descrédito. Ante el baño de sangre, un temor reverencial pareció anidar en el pueblo defenestrado, y se allanó el camino hacia este pacto de silencio, de impunidad y olvido. El pacto nunca se rompió. Fustigó Antonio Caballero la “unanimidad hipócrita” que lamentó la muerte del líder conservador en 1998, y escribió: “de necrologías corteses está hecha en buena parte la falsificación de nuestra historia, que nos impide comprenderla”.
Llueve sangre en Gaza, llueve sangre en Colombia. Pero entre las muchas diferencias de historia, tiempo y lugar, una salta a la vista en esta hora: el genocida de Gaza da la cara. Netanyahu se llama, emite órdenes de exterminio frente a todos y en ello se solaza. Aquí no. Los responsables supremos de la Violencia, del paramilitarismo, de los falsos positivos se escabullen entre los recovecos de su hegemonía. La justicia transicional abre puertas a la verdad y procesa por sus crímenes a jefes guerrilleros, militares y paramilitares, pero los hacedores últimos de las violencias han transformado nichos del poder en escondrijos vigilados por sus ejércitos.
Coda. Cómo duele la muerte de Francisco Leal, maestro de maestros y enseña de humanidad.