Desafortunada coincidencia. Cuando la brutalidad sexual contra nuestras mujeres alcanza proporciones de tragedia nacional, exalta Petro a tenebrosos victimarios suyos a posiciones de poder. Se propone nombrar asesor de Presidencia a Armando Benedetti, señalado de violentar mujeres (su esposa entre ellas, a quien habría amenazado con arma blanca), para no mencionar a otras cuatro solemnidades sindicadas de abuso sexual. Y anuncia designación como gestor de paz al exjefe paramilitar Hernán Giraldo, alias Taladro, acusado de violar a 201 niñas, aunque hay quienes calculan la cifra en 400. Entre ministros y titulares del alto Gobierno, nueve se rebelan contra estos planes de Gustavo Petro, que no son simple ligereza sino inmoralidad. Falta al decoro el primer mandatario y mancilla el pundonor del país que contempla con horror las fotografías de 745 víctimas de feminicidio en lo corrido del año, cifra que proyectada a diciembre se acercaría a 1.000. Que se sepa. Y se sobrecoge con el último caso conocido: a Sara Sofía Camacho, de cinco años, la torturó su padrastro, la violó y la mató. Sucedió en Guamal, Meta, pero sucede tres veces cada día en la dolorida Colombia que ve asesinar a sus mujeres en casa y en las trincheras de la guerra.
Gánale la carrera a la desinformación NO TE QUEDES CON LAS GANAS DE LEER ESTE ARTÍCULO
¿Ya tienes una cuenta? Inicia sesión para continuar
Una causa de esta iniquidad aletea en la revitalización del oscurantismo que naturaliza el desprecio por la mujer, lo convierte en odio y lo resuelve en crimen. Informa el Instituto Nacional de Salud que hubo el año pasado 158.394 casos de violencia de género, 77,5 % contra mujeres, y este año las agresiones aumentaron 138 %. Hoy corren peligro de feminicidio 2.275 personas en Bogotá, la manifestación más atroz de violencia contra la mujer.
Iris Marín, defensora del Pueblo, protesta por la distinción que se le otorgará a Benedetti e insta al agraciado a marginarse de todo cargo público, pues su exaltación a tan elevada posición política “alienta el machismo” que dispara la violencia de género. La Cancillería condenó los hechos ocurridos el pasado 24 de julio contra su esposa en Madrid y emprendió investigación formal contra el entonces embajador ante la FAO. Por su parte, la Corte Suprema lleva varios procesos contra Benedetti.
Por su desmesura, apodaron a Hernán Giraldo el “monstruo de la Sierra Nevada”. Forzaba él la compañía de niñas para embarazarlas y reforzar con los propios hijos su ejército de narcotraficantes, y fue expulsado del tribunal de Justicia y Paz por perpetrar el delito en las cárceles donde pagaba condena. Giraldo es una variante del abuso sexual que proliferó en la guerra y que paramilitares usaron no apenas para degradar y castigar a las mujeres sino para humillar a su enemigo varón; para cohesionar el grupo armado y afianzar su identidad violenta, diría el Grupo de Memoria Histórica. Todas las organizaciones armadas emplearon la violencia sexual como arma de guerra contra las mujeres. Corrieron ellas un riesgo adicional: no ya sólo en su casa sino en las trincheras de la guerra.
Las FARC no se quedaron atrás: 40 % de su tropa eran mujeres y, al parecer, de todas se abusó, empezando por el comandante Raúl Reyes. La JEP acaba de imputar el delito a la que fuera cúpula de esa guerrilla, hoy desmovilizada: si no por comisión directa, por omisión ante violación y esclavitud sexual; por aborto forzado y asesinato o desaparición de sus hijos.
La siquiatra Lucrecia Ramírez identifica en el “sesgo de sexo” la causa principal de la violencia carnal contra las mujeres: es la mirada torva, oblicua que se resuelve en guerra, explotación, discriminación y abuso. Es ánimo de control y de avasallamiento que se descarga todos los días contra ellas. “Nada que celebrar, nada que conmemorar (los días 25 de noviembre). Misoginia infame”. Y Petro ahí, premiando a los victimarios que lo rondan.