En días recientes, Fabio Arias, presidente de la Central Unitaria de los Trabajadores, dio a conocer en rueda de prensa las nuevas fechas de movilización social que planea el movimiento obrero para, una vez más, manifestar su apoyo a las reformas sociales planteadas por el gobierno del presidente Gustavo Petro. La primera: el ocho de marzo. Por supuesto, siempre he defendido la movilización como un instrumento político de incidencia del movimiento social, pero en este caso debo decir que estoy completamente en contra de que se utilice una fecha como el 8M para hablar de algo distinto a las mujeres, la violencia patriarcal y la necesidad acabar con ese sistema.
Una vez más, salta a la vista el profundo desconocimiento de las luchas feministas por parte de los dirigentes obreros del país. Ya sea por oportunismo o por desconocimiento, escoger esta fecha para defender las apuestas del gobierno habla de la reducida lectura política y estratégica que existe hoy en las altas esferas de conducción de las organizaciones sociales, por no hablar del nulo interés que les suscitan las exigencias del movimiento feminista colombiano. El 8M es un día que históricamente las mujeres hemos utilizado para denunciar la violencia machista, posicionar agendas propias y romper el unanimismo social, político, cultural y mediático que ha naturalizado todo tipo de horrores en contra nuestra. Un día, uno solo de 365 que tiene el año, para hablar de manera exclusiva de lo que le pasa a nuestras vidas bajo el sistema patriarcal. La convocatoria para una marcha general obvia esta premisa básica, la desprecia e impone una conversación distinta a la que hemos ganado las mujeres. Y ese hecho es sólo un síntoma más de la poca importancia que se le da a un tópico que sin duda atraviesa todo el devenir político de los proyectos alternativos actuales. Basta echarle un vistazo a los últimos sucesos nacionales, el tejido se ha empezado a descoser por el desdén y la incomprensión de lo que significa el feminismo: la última gran crisis, que puso a tambalear el gobierno con la salida de varios ministros, fue ocasionada por la presencia de un hombre acusado de innumerables violencias como Armando Benedetti.
El ejercicio del primer gobierno alternativo de Colombia ha dejado algo claro: para no hipotecar las agendas transformadoras es necesario cambiar la forma en la que se hace política en el país, hay que construir un escenario menos violento, menos vulgar, menos impositivo y menos brutal. Así no se necesitará a quienes encarnan estas lógicas para llegar al poder. Y eso, justo eso, es lo que significa despatriarcalizar la política. Es una lástima que los dirigentes aún no lo vean, o peor, que lo consideren una amenaza a neutralizar.
A pesar de la propuesta torpe y miope de los dirigentes de la CUT, el 8M las mujeres saldremos a marchar, como cada año desde hace décadas. Aún más cuando en Colombia tenemos tristísimas razones para salir masivamente: el repunte histórico en las cifras de feminicidio, el desmonte en Bogotá de las capacidades para atender a las mujeres en riesgo, la agudización de los discursos misóginos alrededor del mundo, la puesta en marcha del desmonte de derechos ya conseguidos. Este 8 de marzo, más que nunca, de las mujeres y para las mujeres.