La escritura de esta columna la hago desde una mesa de madera rodeada de plantas agrestes y el sonido del mar de fondo. Decidí pasar la temporada de fin e inicio de año en el Pacífico colombiano. Quería un lugar que me permitiera alejarme del ruido y conectar con la naturaleza propia y externa. Mientras armaba la maleta tenía que decidir qué libros traer; debían ser pocos porque el trayecto en avión, carro, lancha, moto y a pie exigía un equipaje ligero. En la selección escogí a dos escritoras colombianas: Margarita García Robayo y Lorena Salazar Masso, la primera porque el año anterior sentí que su escritura removió mis capas...
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