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El mundo lleva meses viendo la transmisión en vivo del genocidio del pueblo palestino por parte del Estado de Israel. Cientos de imágenes que nos recuerdan el infinito horror del que es capaz el ser humano han llenado nuestras pequeñas pantallas frente a las que impávidos vemos niños decapitados y desmembrados por bombas, mujeres fracturadas por el dolor de perder a los suyos, miles de desplazados hacia zonas “seguras” que luego son arrasadas y hambrunas que perforan los estómagos de todos. Esto nos ha significado no solo el desplome de los paradigmas humanitarios en los que se han cimentado muchas de nuestras civilizaciones, sino también la triste identificación de los falsos discursos democráticos de algunos de nuestros líderes.
Por supuesto, no esperábamos grandes pronunciamientos de quienes siempre han despreciado los Derechos Humanos y hasta a la humanidad misma, pero sí, ingenuamente, lo hicimos de quienes han construido sus carreras públicas a punta de pregonar discursos sobre la civilidad, el futuro, la democracia y la belleza. Con tristeza y asombro descubrimos que algunos guardan cómodo silencio frente al horror, y otros hasta se disculpan con los portavoces que pretenden justificar una monstruosidad que aún no podemos ni poner en palabras. Creyendo en la sana distancia de posiciones y en el debate de las ideas, es imperdonable que no podamos encontrarnos en un minimo principio vital: Ningún pueblo merece el exterminio, la tortura, la apatía y la impunidad, tampoco hay idea o sistema legítimo que pueda o necesite ser refrendado por la brutalidad.
En tiempos en los que parece que la esperanza es una ilusión inalcanzable, Colombia y el mundo necesitan más y mejores líderes. Unos que se tomen en serio sus propias peroratas sobre la estatura moral y la supremacía de la vida. Unos que no le teman a rechazar las debacles que destruyen el presente y el futuro. Distintos entre sí, pero convocados todos por la defensa de unos estándares innegociables sobre los que se edifica la humanidad misma. Ojalá los encontremos. Ojalá los engendremos. Ojalá podamos protegerlos antes de que sean despedazados por un misil de guerra.