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Desde hace algún tiempo, el movimiento de mujeres en Colombia ha venido exigiendo que las ternas para altos cargos públicos sean conformadas por figuras femeninas. Esto como respuesta a la exclusión histórica que han sufrido las mujeres a la hora de acceder a estos espacios de poder. Se logró en el caso de la Defensoría del Pueblo tener por primera vez a una mujer a la cabeza de esa institución y en el caso de la Fiscalía llegó la jurista Luz Adriana Camargo. Estos han sido avances significativos que han permitido poner en la discusión nacional la necesidad de continuar cerrando las brechas de género.
En la terna para la Corte Constitucional que recientemente envió el presidente Gustavo Petro al Senado de la República hay un hombre y dos mujeres: Héctor Carvajal, Karena Caselles y Didima Rico. A su vez, quien sale de su puesto como magistrada es una mujer, Cristina Pardo Schlesinger, quien se retira el próximo 15 de mayo dejando su asiento vacante. Lo lógico, lo prudente, lo esperable, es que otra mujer ocupe su lugar para no retroceder en las mínimas cuotas que deberían componer todos los órganos del poder público, más aún tratándose de una institución como la Corte.
Lejos de esencialismos, pues muy bien sabemos que ser mujer u hombre no determina la idoneidad de nadie para ocupar un cargo, sí es necesario decir que bajo esa lógica nadie está menos capacitado por su género. Por décadas a las mujeres, por el simple hecho de serlo, se nos ha excluido de lugares de toma de decisiones importantes debido a la existencia de una estructura que nos aísla y nos impone barreras que resultan casi imbatibles. La Corte Constitucional ha sido un órgano de vanguardia jurídica que ha permitido la protección de derechos fundamentales y que ha mandatado al Estado colombiano una permanente protección de la carta fundamental, que además ha instado a incorporar medidas para el cierre de brechas y que ha tomado importantes decisiones sobre los derechos de las mujeres. En tanto, lo más consecuente sería que manifestaran esas mismas medidas en el corazón de quien las formula.
Finalmente, será el Senado de la República quien elija la persona que ocupará el puesto. En tiempos tan turbulentos parece utopía pedirles sensatez y altura republicana a nuestros congresistas, sin embargo, ojalá que por un momento el capitolio se aleje de los cálculos y propicie una deliberación seria, ponderada y con enfoque de género. Por mi parte, les deseo todas las suertes a las ternadas Caselles y Rico, ojalá sea alguna de las dos la elegida.
