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Ya no los borran más

Cristina Nicholls Ocampo

16 de enero de 2025 - 12:05 a. m.
“En esta historia no hay falsas equivalencias: hay unos que claman por la verdad y otros que quieren sepultarla”: Cristina Nicholls Ocampo.
Foto: Juan David Duque

El 04 de octubre del 2023 se realizó en la ciudad de Medellín una de las tantas diligencias judiciales que han tenido que presenciar las madres de las víctimas del delito de desaparición forzada del caso que se ha conocido popularmente como el de “La Escombrera”. En ella, con un exceso de tecnicismos legales, financieros y topográficos, representantes de las autoridades competentes excusaban el poco avance de la búsqueda. Recuerdo a una magistratura afanada por exigir resultados pero, sobre todo, a unas víctimas angustiadas y reclamantes ante la parsimonia burocrática. Sus lágrimas, sus palabras de impotencia e indignación, sus reclamos: el peso incalculable que significa la espera.

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Finalizando el año pasado, después de un trabajo exhaustivo de la JEP y la UBPD, por fin se encontraron restos humanos en el mismo lugar que por años dijeron que estaba libre de cadáveres. Lo que vino después ha sido una cascada reveladora de reacciones. Primero, la vigilia de las mujeres buscadoras quienes, con sus velas, su comunión y sus abrazos sabían que la lucha había dado frutos, sus preguntas irresueltas, la incertidumbre de saber si los huesos encontrados eran los de su familiar desaparecido. El grito unísono de “No estamos locas”. Del otro lado, comunicados delirantes negando la importancia del hallazgo, intentos de silenciamiento, tergiversaciones de las versiones de las víctimas y litros de pintura que la administración de Federico Gutiérrez ha puesto sobre los murales que hablan de la tragedia. No son las caras de una misma moneda: son las realidades de un país cuya historia ha sido moldeada por horrores inimaginables. En esta historia no hay falsas equivalencias: acá hay unos que claman por la verdad y otros que quieren sepultarla.

Con toneladas de desechos intentaron borrar el rastro y lo siguen intentando a través de la censura gris, pero ahora algo es distinto: una cosecha de memoria y conciencia acompaña a las que antes habían sido declaradas como desequilibradas. Tanto por el heroico esfuerzo de las “cuchas” como por la inmensa pesadez de crímenes atroces que reclaman salir a luz, a ellas y a ellos ya no los borran más.

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