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El pasado domingo, el Centro Democrático llevó a cabo un foro programático en el tema de seguridad con la participación de expertos, precandidatos presidenciales de ese partido, congresistas, exministros, representantes de distintos partidos y otros precandidatos de diversas corrientes ideológicas. El moderador fue el expresidente Uribe, quien, tras una oración por Miguel Uribe, hizo una introducción interesante al presentar el evento como el primero de varios espacios de escucha a colombianos de todos los sectores, con el fin de que “en 2026 gane la democracia” y de que el próximo presidente, sea o no del Centro Democrático, llegue con un programa tan consensuado que pueda implementarse desde el primer día de gobierno.
Las intervenciones de los expertos giraron en torno a diagnósticos sobre los problemas de seguridad y, junto con algunos precandidatos, plantearon ideas para afrontar la crisis actual. Sin embargo, lo más relevante del evento, a mi juicio, fue su significado político en tiempos que ya pueden llamarse preelectorales y el carácter pluralista y democrático que Uribe quiso imprimirle. Su moderación fue impecable y su reconocida capacidad de síntesis se hizo evidente. Exceptuando a unos pocos que centraron sus discursos en ataques a Petro, sin mayores aportes, y salvo la histriónica intervención de Abelardo de la Espriella y el destemplado tono de la senadora Cabal, prevalecieron la sensatez, el estilo mesurado y la decencia. La importancia del espacio fue reconocida por todos, como lo expresó Juan Manuel Galán al describirlo como “un espacio de escucha mutua para encontrar un camino de unidad en defensa de la democracia y la Constitución de 1991”.
En días recientes han circulado versiones sobre una eventual fórmula vicepresidencial de la que formaría parte Uribe, coincidiendo con este llamado democrático que mostró al expresidente en sus plenas capacidades. El foro buscó refrescar la idea de la seguridad democrática, aquella que ningún observador honesto podría negar como exitosa. Si Uribe busca abrirse a un consenso pluralista sobre los temas que más angustian al país, debe ampliar esa intención y demostrar que puede superar su animadversión hacia figuras políticas relevantes como el expresidente Santos o la candidata Claudia López. Esto quizá incomode al activismo uribista más radical y a quienes están interesados en nutrir sus rencores y alimentar la absurda idea del “petrosantismo”, pero sería el broche de oro para una iniciativa patriótica e incluyente. El momento exige a todo demócrata dejar rencillas personales y no dar juego a mezquinos que siembran discordia entre quienes podrían liderar el rescate de Colombia del retroceso y la decadencia.
Presidente Uribe: muchas veces el gesto más difícil es el que define a un líder. Es tiempo de mostrar a sus “pollitos” que no pueden seguir como gallos de pelea y que solo el más purasangre de los caballos es digno de llevar a cuestas a un caballero capaz de entender el momento del país, con la mano firme en la generosidad de un patriota y grandeza de corazón en lo humano. Estoy segura de que del otro lado encontraría una respuesta positiva. Sin ese gesto, todo quedará incompleto.
Por Cristina Carrizosa Calle
