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En la puerta roja “dignidad y compromiso”

Cristina Carrizosa Calle

06 de noviembre de 2025 - 12:05 a. m.

Hace una semana, Álvaro Uribe abrió de par en par la puerta roja de su casa a César Gaviria, jefe del Partido Liberal, para explorar alianzas de cara a la elección presidencial de 2026. El hecho político confirma el triunfo petrista en la pasada consulta popular y, por tanto, la urgencia que sienten los expresidentes de superar viejas rencillas para habilitar un diálogo que les permita enfrentar el monstruo de la continuidad.

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Uribe, fortalecido tras su absolución, muestra genuina preocupación por el futuro de la democracia colombiana. Sin quedarse en el antipetrismo, da paso a una cauta revisión de a quién entregará esta vez su favor político. Ha dejado sentados en la banca a sus más fieles discípulos y a otros candidatos gritones y zalameros los ha premiado con palmaditas en el hombro, dejándolos parqueados en el ya famoso porche de su casa. En el otoño de su carrera, parece dispuesto a bajarle el tono conservador a su discurso y a rescatar los principios liberales que marcaron el inicio de su trayectoria. Mientras sus adeptos se radicalizan, Uribe se mueve hacia el centro: en el fondo sabe que los alaridos que lo sostuvieron podrían volverse un remedio peor que la enfermedad que hoy padece Colombia.

Uribe comprende que entre los extremos —unos que invocan orden con modelos autocráticos y otros, como el petrismo, que pretenden reformular el fracaso del gobierno actual— existe una masa votante mesurada, convencida de la necesidad de equilibrio que hasta hoy parece condenada a la soledad. Esos votantes del centro atravesamos una intemperie política y miramos el tablero electoral con sensación de orfandad. De frente, hay una marea de personajes que, a sabiendas de que no llegarán a la presidencia, solo buscan pelechar en la política, creyendo tener una vocería que acaso llega a susurro.

Los números del pasado deberían dar voz al centro. Con la derecha fragmentada, Sergio Fajardo obtuvo en 2022 casi novecientos mil votos y sigue encarnando la posibilidad de una alternativa racional y moderada. Su decencia —basada en el rechazo a la clase política tradicional—, la educación como eje de su trayectoria y el rigor técnico que demostró como gobernante son sus banderas, ahora actualizadas con un modelo que propone rescatar la seguridad como punto de partida para hacer gobernable al país.

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Así las cosas, la cautela de Uribe, como mirada evidente al centro, y la reformulación de la narrativa de Fajardo, único candidato con capital electoral probado, podrían ser la clave para fortalecer una opción mesurada, capaz de enfrentar con compostura democrática al petrismo. Una fórmula que atraería votos del opaco frente amplio, a electores arrepentidos del gobierno y, por supuesto, a la derecha dura, que no tendría más opción que enfundar sus armas populistas ante un proyecto de reconciliación y competencia, alejado de odios y revanchas.

Confiemos en que se mantenga el propósito de convocar más allá de las filas de cada liderazgo; y en que Fajardo, como la voz más autorizada del centro, pierda el miedo a la política real y asuma que esta no es traición a sus principios, sino el vehículo para ejercerlos.

Por Cristina Carrizosa Calle

Abogada egresada de la Universidad de los Andes, con experiencia de más 25 años como consultora y asesora tanto en el sector público como en el privado. Fue asesora de la Presidencia de la República, diplomática y directora de organizaciones que emprenden proyectos de alto impacto social. Columnista y panelista radial
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