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El debate entre Joe Biden y Donald Trump confirmó la precaria condición cognitiva del presidente y mostró la crisis de liderazgo sin antecedentes que vive Estados Unidos. A comprobarlo, la encuesta nacional de CBS, en la que se muestra que el 72 % de los votantes cree que Biden no cuenta con la condición física y mental para ser presidente, mientras que el 49 % tampoco cree que Donald Trump las tenga.
No puede decirse que Trump haya ganado el debate, pero sí se puede afirmar que Biden lo perdió. Más allá de ese análisis, se presagia el final de un mandato y la crisis de un imperio que pone en el atril las voces mandantes de los partidos políticos más emblemáticos del planeta; en ellos se conjugan todos los principios y valores democráticos de Occidente y, por esto mismo, el espectáculo, triste desde lo humano y preocupante desde lo político, puso sobre la mesa alarmantes cuestiones que interesan al mundo entero por lo que representa la elección al cargo más importante del planeta.
La primera gran conclusión es el hastío de los estadounidenses: en 2016, 86 millones de personas vieron el debate entre Hillary Clinton y Trump, frente a los 48 millones que se conectaron el jueves pasado. Los candidatos no se saludaron, lo que de entrada manda un mensaje de gran hostilidad al resto del mundo, parte de él en llamas. Las dificultades de expresión de Biden a través de su voz agónica y las sistemáticas mentiras de su contendiente mostraron a dos hombres erráticos, nada inspiradores y expertos solamente en golf. No sorprende la agresividad de Trump; en cambio, no era de esperarse la de Biden, lo que muestra un cambio comportamental típico de la senilidad. En fin, el debate fue toda una gran mentira por la sumatoria de aquellas dichas por Trump y por la gran mentira de la candidatura de un Biden, que ya no es Biden.
¿Estamos frente al ocaso de un modelo democrático que ha representado para Occidente un referente de nación republicana? ¿El bipartidismo sirve aún para representar presupuestos que le son comunes a toda la sociedad estadounidense? ¿Qué pensaba el resto del establecimiento político tras las bambalinas del set de CNN, en el que se le presentó al mundo la decadencia de toda una clase política?
Otro aspecto alarmante es el cuestionamiento ético a copartidarios, familia y allegados de Biden, quienes parecen utilizarlo como un muñeco de cuerda mientras insisten en su idoneidad. Son ellos quienes lo hacen ver viejo, caduco y ciego ante la catástrofe, porque la mejor muestra de capacidad de un hombre es la grandeza de comprender que debe retirarse.
Ezra Klein, periodista de The New York Times, dice con razón que la principal función de los partidos políticos es la de nombrar a candidatos en forma responsable con el único fin de ganar elecciones. Deberían tener el sentido patriótico de aceptar que perdieron su apuesta por la persona y jugársela por su ideario político en un momento de crisis geopolíticas, climática, de inflación persistente y tantos otros retos internos que requieren el buen juicio de un presidente honorable y no de un criminal patán y tramposo que podría cargarse todos los intereses de Occidente.
De momento, non habemus POTUS.

Por Cristina Carrizosa Calle
