Era Carlos Villalba Bustillo, de Cartagena de Indias, del linaje de aquellos hombres en los cuales se conjugaban y devenían en ejercicio vital la ética del ciudadano en su dimensión pública y la virtud del demócrata sin afectaciones ni sedicentes posturas en su dimensión política.
Y una y otra, en la definición de un carácter y un temple que le permitió, con absoluta libertad y autonomía soportadas en sus altas competencias intelectuales, humanísticas y académicas, ora el ejercicio de la función pública y la magistratura, ya el de la política como medio para promover con decoro, independencia y dignidad los saltos cualitativos que en sucesivos estadios de la historia demanda la sociedad en su cifra más alta: el ser social.
En los radicales del siglo XIX, en los cuales se inspiró y abrevó para forjar su bien cimentada convicción intelectual, ideológica y doctrinaria, afianzada en su inmarcesible credo y militancia liberal y humanista, fundaba Villalba Bustillo su talante contestatario e iconoclasta; esa particular y seductora categoría de ser, hacer y transformar con fundamento en las ideas, sin arrasar ni derribar cuanto de alguna manera ha contribuido a crear sociedad, pensamiento, cultura, progreso, crecimiento y desarrollo en el corpus social, por naturaleza colectivo y antagónico.
Cuanto en esas coordenadas del pensar discrepante, del ir en contravía y combatir lo establecido, perverso y contrario al interés colectivo, a la ética y al bien hacer en pro de ese interés superior imprescriptible, encarnó, alumbró y guio tan ilustre cartagenero con la luz potente de sus ideas y la fuerza convocante de su discurso político, sociológico, histórico, económico, literario y humanista siempre vigente, nos depare el grito de insurrección por el que clama hoy Cartagena contra los redivivos opresores y mecenas del desastre que la sitian y someten sin piedad a sus torvos propósitos.
A Carlos Villalba Bustillo como historiador cabe el desvelamiento de un caribe universal, Rafael Núñez, en la doble dimensión histórica en la cual se ha pretendido reducir o ignorar mezquinamente su grandeza: la de estadista, ideólogo y constructor del país que en el siglo XIX afloró a la modernidad política, institucional, administrativa y territorial, y la de periodista como columnista y editorialista permanente en revistas y periódicos, en los cuales promocionó y promovió su concepción “descentralista” del poder, la necesidad de sustituir los Estados por los departamentos y el fortalecimiento de la célula municipal como puente de un real y efectivo acercamiento entre los ciudadanos y el Gobierno, como registrara con el demandado y suficiente rigor y entereza histórica Villalba Bustillo.
Severo en el deber ser como forjador de opinión pública en su condición de columnista y editorialista de periódicos nacionales y regionales, comprometido con la ética y la transparencia en su ejercicio como servidor público, magistrado, líder gremial, académico y universitario, en Carlos Villalba Bustillo encontramos quienes fuimos honrados con su amistad enseñanzas y conocimientos, el preceptor que nos dio con fraternal generosidad su ejemplo de dignidad, grandeza y por siempre venerada rectitud y bonhomía.
* Poeta.