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Dando por sentado que este conglomerado humano puede conectar con el discurso económico, social, político e ideológico, en el que los teóricos sociales y la historia registran, definen y sitúan los conceptos burguesía y proletariado, como clases sociales claramente identificadas, aunque disimiles en sus intereses, la clase media se configura como tal y ha jugado papel significativo en el desarrollo de las sociedades humanas.
Ni arriba ni abajo, algodón entre dos vidrios, siempre sometida a las cada vez más crecientes incertidumbres y amenazas emocionales y materiales de caer en la de abajo y extinta ya, el proletariado, y la imposibilidad de escalar la alta, se debate en estertores la clase media a nivel global.
Eso sí, persistiendo en sus actitudes imitativas, gestos, pensamientos, habla, hábitos, modales, subordinación ideológica y política y cuanto artilugio le sea propicio para sublimar las condiciones materiales, económicas, emocionales y de pensamiento de la clase con cual sueña y tiene de referente, pero de la que cada día se aleja más y apenas si alcanza la de súbdito mental.
En ese orden y conforme llega inminente el entierro, que no funerales, de nuestra clase media colombiana, es de colegir y ratificar que cuanto se propagó de su crecimiento, expansión y fortaleza resultó falso de toda falsedad, y sí el pregón de esas largas, penosas agonías que preceden cierto tipo de muertes.
Distraída en la promesa del descanso y liberación en la otra vida de cuanto sufrimiento, calamidad, afrenta, tributo, persecución y carencias materiales haya podido padecer, como proclama y garantiza la fe de la iglesia que profesan hasta el delirio sus miembros, sufre y resiste nuestra clase media en esta de su existencia material, social y emocional, el indecible suplicio de sus necesidades materiales, humanas, trocadas en ficciones y frustraciones en todos los órdenes de su terrenidad.
Y es que en esta o en cualquiera otra vida, a la clase media colombiana la va a perseguir el tormento emocional de no haber sido ni alta ni baja; el trinche ardiente, de hierro y fuego de los tributos, impuestos, gravámenes y cuanta adehala ineludible con la que la Ley de Financiamiento indulta a los ricos, grandes empresas, capitales blanqueados, rentas ociosas, y traslada sin contemplación a la resignada clase media.
El IVA a su “canasta” familiar, aunque aparenten mercar en los exclusivos supermercados de los ricos de sus ciudades o en las tiendas al fiao quincenal de sus pueblos, se hospeden por cuotas en la costa azul de San Andrés y Coveñas, se asomen por Melgar y Tocancipá, su estigma de clase media la seguirá hasta el venidero juicio final cuando vuelva a ratificarse su condena.
Siempre será y encontrará “razonable”, y cada vez en mayor cantidad, cuanto haga el gobierno con ella, con la clase media, para contraprestar y eximirles a los de la alta lo que les corresponde y dejan de pagar: las rentas exentas y la evasión sin término.
En tanto para los expertos está más que justificada la Ley de Financiamiento, reforma tributaria, ampliación de la base para el recaudo del IVA a la canasta básica, vivienda, pensiones, insumos agrícolas y construcción, entre tantos que en mayor proporción se impondrán a la clase media, no es verdad que gravar la renta de las empresas resulte en “engañoso encanto”, mentido predicamento ese sí, con el que se pretende ocultar el robusto beneficio que aquellas reciben y encubrir la carga letal que se le asesta a la clase media y sectores de bajos ingresos.
Cual madame Bovary solazando en imaginarios de apariencias sus precariedades reales, lo que desea y necesita y lo que materialmente tiene, expira la clase media colombiana en los olores tóxicos de las reformas tributarias permanentes, del IVA a las pensiones, a las rentas de trabajo y a todo cuanto de ella sea susceptible de gravamen y recaudo efectivo.
Poeta
@CristoGarciaTap
