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Para significar la inutilidad de un esfuerzo, de ese empezar un trabajo y no concluirlo a pesar de la fuerza y el tiempo invertidos, es de conjeturar que Sísifo asume con conciencia su derrota y como ineludible su condición de predestinado por los dioses, la fatalidad, al fracaso perpetuo de su épica empresa de empujar una roca hasta lo alto de una montaña y verla volver a caer por su propio peso.
Y esa, contrariando a Camus, el hombre, y a Sísifo, el mito, no debe ser la condición ni el paradigma del hombre contemporáneo en su devenir inmediato; del hombre que, en la segunda década del siglo XXI, sobrevivirá a la presente pandemia que recorre en todas sus direcciones el mundo.
Del mismo modo que tampoco lo ha sido con el de otros estadios de la humanidad.
Valga decir, el de aquellos que vivieron en épocas en las cuales no se contaba siquiera con los rudimentos científicos, tecnológicos y sanitarios con los que hoy, para el caso de las pestes y pandemias, se cuenta y dispone, aun en sociedades con grados de desarrollo inferior o medio, y a contrapelo de las aberraciones de la desigualdad imperante, esa sí, en estado de movilidad inercial hacia la equidad.
Que prevalezca el sueño de un futuro que será siempre mejor que el presente es un juicio acerca del desarrollo y el progreso como categorías, económica y social, que no se discute, pero tampoco es la única y determinante variable para, a partir del “gran desarrollo económico, social y tecnológico”, dar por descontado que será siempre este la espiral que nos lleve al nirvana de un porvenir mejor que el presente en el que estemos.
Desde luego, en mayor o menor grado, el progreso y el desarrollo serán siempre la cuesta por la cual ascienden las sociedades humanas desde sus orígenes, ya en el ámbito económico y social como en el científico y tecnológico; se consolidan en lo humano y devienen dialécticamente en presente y futuro, y no precisamente por la gracia o castigo de divinidad alguna ni de poder sobrenatural que pueda suplantar al hombre, y sí por esa capacidad inagotable del hombre de producir saberes, conocimientos, herramientas, ciencia y tecnología, de transformar los bienes que produce y hacerlos útiles y productivos.
Asumir como enseñas metáforas derrotistas que hoy se enarbolan para predicar que las rocas del progreso también caerán, con la pandemia se presume que “el progreso no se puede dar por descontado”, o que “Camus nos indica la vía para sentir orgullo de la lucha cuesta arriba”, no pasan de ser resonancias huecas de una literatura, que no filosofía de “lo absurdo”, pues ni el progreso se va a detener, ni nadie debe sentir orgullo de una lucha estéril como la de Sísifo.
Si ha sido el propio Camus quien ha proclamado que “los mitos están hechos para que la imaginación los anime”, lo menos que debe ocurrir es llenar la nuestra con el de Sísifo, si no queremos extraviarnos en el camino de la lucha y terminar por acompañarlo en la suya estéril.
Y ahí sí que sucumbimos para siempre en las guaridas de las entelequias.
Coletilla. Eduardo Santa Loboguerrero, historiador, escritor, poeta. Un referente insoslayable del hacer intelectual, académico y humanista. Alumbró con su potente lucidez la nueva historia de Colombia. Descanse en la memoria renovada del país que piensa.
* Poeta.
