Sí, todo, menos las frustraciones al por mayor y en cadena que trajo consigo, en vez de la paz social que se daba por descontada en el Acuerdo de Paz y sus desarrollos efectivos en los diferentes puntos negociados y convenidos entre el Estado colombiano y la guerrilla de las Farc-Ep, cuyo fin superior era el de poner fin a un conflicto armado de más de medio siglo entre una guerrilla abanderada de la solución de su causa, el conflicto social, por la vía de las armas, y un Estado anclado históricamente en el statu quo.
Pero no ha ocurrido así, ni va a ocurrir, pues todo ha quedado en borrador, en cuartillas y bosquejos desperdigados por ahí. Nada se ha pasado en limpio para su impresión indeleble en las páginas y folios de la realidad nacional.
Haciendo como correspondía, acordó y pactó, la plana, el ejercicio, en los territorios y con los colombianos que sin atenuantes de ninguna clase han padecido a lo largo de medio siglo los rigores de esta guerra de despojos de todo, exterminio, desplazamientos, pobreza, exclusión y hasta de la esperanza, lo último que acaso aún conservaban entre sus tiliches.
Pero que otra vez, y quién sabe si en esta por 100 años, se ha vuelto a perder entre unos borradores que el Gobierno no ha sido capaz de concretar siquiera con quienes lo dejaron todo, bueno malo, por un Acuerdo del que apenas si se han cumplido los protocolos de su firma y de la entrega de armas por parte de las guerrillas, porque lo otro, lo de fondo, lo fundamental, se lo llevó la avalancha del incumplimiento, la peste del olvido.
Eso de que “lo fundamental del Acuerdo de Paz ya se cumplió”, como afirmó el por entonces presidente Santos en Barranquilla (El Heraldo, 31 de diciembre de 2017), simple y llanamente no concuerda con la realidad ni tiene el respaldo de los hechos cumplidos, a menos que “lo fundamental” se reduzca al gaseoso concepto de Gómez Hurtado, o al desarme y recogida de la guerrilla en campamentos que nunca se terminaron ni dotaron adecuadamente, o a la recogida y entrega de cuantos chécheres con capacidad de hacer ¡pum! pudieron acumular las Farc-Ep en 50 años.
Si “lo fundamental del Acuerdo de Paz ya se cumplió”, y con creces y ñapa, quiere decir que en esencia “lo fundamental” no era nada distinto que procurarle a Colombia la honra y prez de tener el segundo Nobel en su historia.
Lo demás es lo de menos, y cualquier cosita es cariño: una decena de sillas en el Congreso de la República, por decir, que han dado en distraer el compromiso de implementar programas de desarrollo en los territorios que soportaron hasta el exterminio el conflicto armado, y llevado desde siempre sobre sus vidas el lacerante de las exclusiones y el no menos inicuo de las desigualdades.
De lo cual es mejor no darse por aludido, ni por pesimista, señalará ahora el presidente Duque, como Santos entonces, porque “vamos por buen camino”, aunque a poco, Sancho, topemos con la trocha inhóspita, rocas insalvables y cuanta traba es dable pensar en esta travesía que ya no va a llevarnos a la tierra prometida.
A decir verdad, del Acuerdo de Paz, de lo poco que del original suscrito quedó después de las … y pico revisiones, modificaciones y recortes en las … y tantas instancias por las que pasó, “son demasiadas las deudas con lo pactado”, (El Espectador, Opinión, viernes 5 de enero de 2018), con quienes llevaron la peor carga, el peso bruto de la artillería pesada del conflicto en regiones y territorios claramente identificados como el escenario natural de la confrontación y la guerra nuestra de cada día.
¿A dónde, en qué tierras se van a desarrollar los proyectos y emprendimientos productivos circunscritos a los guerrilleros hoy en tránsito en los Espacios Territoriales de Capacitación y Reincorporación (ETCR) convenidos en el Acuerdo? ¿A dónde, los tres millones de hectáreas comprometidas para “aterrizar” el Fondo de Tierras?
E hilando más delgado, fino y delicado, ¿quién les va a garantizar y a hacer efectivas a los reincorporados farianos la seguridad jurídica, física y socioeconómica, igualmente convenidas, pactadas y rubricadas en el Acuerdo, cuando las estadísticas de desmovilizados de esa guerrilla asesinados crecen cada día
Entre tanto, también es creciente y manifiesta la pérdida de confianza de la comunidad internacional y de la ONU en particular, entre otros importantes apoyos, en un Acuerdo de Paz cuyos desarrollos y resultados no se dejan cuantificar, ni cualificar, más acá del mínimo aceptable para este trascendental evento en la vida de una nación perturbada en lo social.
No obstante la resuelta, irreversible e irrevocable apuesta de la guerrilla “por la paz, la reconciliación y la convivencia entre los colombianos”, otro sería el horizonte si los gobiernos, el que se acabó y el que acaba de instalarse, hubiesen procedido con la misma vehemencia y resuelta convicción y responsabilidad de la contraparte en la implementación del Acuerdo que vislumbraron el fin del conflicto armado y el principio del fin del conflicto social.
Será esperar la segunda oportunidad sobre la tierra que no tuvo la estirpe condenada a la guerra.
* Poeta.