Ninguna crisis institucional, ni choque de poderes, Ejecutivo y Judicial, por las decisiones de las Cortes y Consejo de Estado, ni impunidad de la JEP para con la guerrilla, los militares de los falsos positivos, paramilitares y parapolíticos.
Ni eso, ni nada que pueda asumirse como sobreviniente negativo del Acuerdo de Paz, política de Estado, origen de todas las calamidades del presente según la errática opinión de facciones de poder orientada y manipulada en tal dirección, son razones que puedan invocarse para explicar y justificar los momentáneos sacudimientos que por estos días, ha percibido la nación en el orden político y jurídico y las formalidades que le son inherentes.
Nada de tal está aconteciendo en ese inseparable fragmento de la nación colombiana con ocasión de la libertad de Jesús Santrich y del hundimiento por el Congreso de la Republica de las objeciones propuestas por el presidente Duque a la Ley Estatutaria de la JEP, para aludir solo a dos de las estrepitosas trompetas que han dado en poner a chirriar tales facciones para anunciar y multiplicar por doquier el fin de la institucionalidad, el colapso del sistema, el hundimiento de la democracia, el advenimiento de la anarquía.
Y, ¡joder!, hasta la inminente toma del poder por una guerrilla, desarmada y desmovilizada, comandada por el expresidente Santos, y la consecuente instauración de la dictadura castrochavista bajo la suprema dirección de Maduro.
Que por fin los poderes públicos fulguren independencia, autonomía y respeto por el Estado social de derecho, por la Constitución Nacional, por la paz y por la democracia como sistema de gobierno escogido voluntaria y soberanamente por la nación colombiana, que es cuanto dejan asomar en los casos en comento las decisiones en derecho y justicia asumidas por las Cortes, el Consejo de Estado y la Jurisdicción Especial para la Paz, JEP, no pasa de ser un fugaz bamboleo que apenas si alcanza a ser registrado en la rústica escala de calidad de nuestra democracia.
Ojalá esa mal llamada “crisis”, producida para derivar cuestionables dividendos de gobernabilidad y mediáticamente orientada y manipulada en desmedro de la verdad, hubiese sido en verdad un sacudimiento de mayor intensidad en las capas profundas de nuestra democracia, Estado, partidos y movimientos políticos, del Congreso, las Cortes, la Justicia y la sociedad.
Y no cuanto en verdad fue: un fugaz, leve reacomodamiento de las capas superficiales del Poder, que apenas dio en el aspaviento y la temeridad de sofocarlo con la conmoción interior, la extradición, la intervención extranjera, el aglutinamiento en una de todas las Cortes, una constituyente y el cierre del Congreso, y quien sabe cuántas más provocadoras ocurrencias que habrían dado, esas sí, en producir el cataclismo que lejos estaba de sobrevenir, pero que de ocurrir hubiese dado en materializar las temerarias e impredecibles aventuras que rondaron la cabeza de quienes viven, legislan, gobiernan y alucinan a diario con ellas.
En tanto la Corte Suprema de Justicia decidió por unanimidad la libertad de Jesús Santrich, el Consejo de Estado ratificó su condición de congresista y Estados Unidos, Departamento de Estado, “respeta la decisión de Colombia, Corte Suprema de Justicia, de liberar a Jesús Santrich”, sin que tales disposiciones derivaran en el colapso de las instituciones y el fin de la justicia y la democracia, es de esperar que el Congreso de la República Cámara de Representantes, escenario natural de la paz y la democracia, cumpla oportunamente con el mandamiento proferido.
* Poeta.
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