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El punto de inflexión

Cristo García Tapia

23 de abril de 2020 - 12:00 a. m.

¿Qué es, adónde queda?

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He ahí el dilema del cacareado punto de inflexión, de quiebre lo llaman también, que subyuga hasta el arrobamiento a pensadores, filósofos, intelectuales, académicos, analistas, columnistas, etc., en su incontrolable afán de ser tendencia, local o global, en esta coyuntura, punto de inflexión, en el que sucumbirá ineluctablemente, según unos y otros, el sistema político, modelo, modo y relaciones de producción, mercado y globalización en curso.

Y con ellos, con su derrumbe y extinción por causa del fantasma pandémico que recorre el mundo, el COVID-19, las demás variables sociales, económicas, jurídicas, culturales, que configuran tales categorías.

Sin embargo, de la categoría persona, individuo, humano; del núcleo de la especie como ser social, cultural, económico, espiritual; de su vida, salud y pervivencia, frente al demoledor enemigo que enfrenta, es más bien poco el resplandor que producen las neuronas alborotadas de tanto pensador suelto en estos tiempos.

Nos sumen en abisales abstracciones la suerte de la economía y el mercado, la cuasi parálisis del aparato productivo y el derrumbe de las principales bolsas del mundo, la recesión y el reacomodamiento de la inversión y de capitales que traerá consigo la pandemia, el predominio económico y geopolítico de uno u otro imperialismo.

Y, en cadena, la reelección de un presidente turulato en EE. UU., en fin, todo, menos la sobrevivencia con calidad de vida y salud corporal y emocional, con condiciones materiales adecuadas, eficientes y oportunas, de quien hace posible el funcionamiento y es el motor, cerebro, manos y piernas, de todo ese engranaje que es la economía, los modos y modelos de producción, la política, las instituciones, el Estado.

De él, de ese que hace posible cuanto entraña la historia, el desarrollo, crecimiento y cultura universal, pasamos por alto reflexionar a fondo para tomar partido.

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De inquirir sin diletantismos acerca de la vida humana, la salud, las condiciones materiales y de sobrevivencia de la especie, no nos damos por aludidos y menos, por interesados en dilucidar la responsabilidad de salvarla del arrasamiento que, con tanto desvelo, casi paranoia, demandamos para contener, salvar a cualquier costo, cuanto no funcionaría sin el hombre, sin la especie.

Acaso estemos creídos que, si salvamos primero la economía, el aparato productivo, el mercado global, las instituciones políticas, la especie por añadidura se salvará, cuando lo racional y pertinente es lanzarle primero el salvavidas al que lo fabrica, el cual no viene a ser distinto del mismo que funda los bancos y corporaciones industriales y de tecnologías, erige sistemas políticos, construye barcos, automóviles, aviones, computadores, investiga y fabrica las vacunas para contener los virus y pandemias.

En suma, es al homo faber a quien hay primero que preservar en esta impredecible avalancha y, ya protegido y a salvo, disponerlo para lo otro.

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De lo contrario, y desaparecida la especie en las garras invisibles de un virus cualquiera, de cuanto hoy afana a nuestros hombres de las neuronas mediáticas se ocuparán las cucarachas el día después.

In memoriam. Así de humana tu partida, amigo, compañero, German Mendoza Diago: enviado especial al país de la Eternidad. A vivir tu noble oficio en otra dimensión. A escribir la crónica sin punto final de los arcanos de aquellas geografías de espejismos. Por siempre en la fraternidad del oficio. CGT.

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* Poeta.

@CristoGarciaTap

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