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Mercenarios

Cristo García Tapia

15 de febrero de 2017 - 09:00 p. m.

Entre las auspiciosas glorias que les ha deparado el Partido de la U en el corto periodo de tres lustros, Barreras saca pecho: dos presidentes reelegidos, Uribe y Santos, una reluciente medalla con la efigie de Alfred Nobel, a la que Odebretch y Bula están convirtiendo en azófar.

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Y los paramilitares, en Antioquia y el Alto Sinú, en desechable el repujado pergamino en el que una gélida caligrafía sueca convalida, con la firma de su monarca, el Acuerdo de Paz que hizo posible el Nobel de Paz que hoy ostenta en la solapa del poder, para celos del otro, uno de aquellos.

En tanto, siguen inconclusos y sin las dotaciones indispensables y los servicios básicos convenidos y garantizados, los campamentos en los que se recogen solícitos y rigurosamente dispuestos a cumplir con su compromiso de respetar y obedecer  los acuerdos de paz suscritos, los combatientes desarmados de las FARC EP, mujeres y hombres.

Pero eso es lo de menos dirán los de la U, porque lo demás se logró con creces: otra reelección, una medalla de paz con membresía universal, la prosperidad creciente de los promotores y jefes del partido, la inmunidad a perpetuidad para imponer y disponer de las rentas, el territorio, la justicia, las cortes, los tribunales, el derecho de pernada de la contratación pública, la división del país en cotos electorales y la concesión de escudo de armas a los clanes familiares y políticos que llevan décadas asolando la provincia.

Y el más alto hándicap: una guerrilla recogida, sometida y sitiada; sin territorio, sin armas ni movilidad; bajo constante amenaza y hostigamiento de los paramilitares que impiden su tránsito hacia las Zonas Veredales convenidas para su reclusión y permanencia, no obstante los acuerdos, garantes, veedores internacionales, las FFAA, la ONU, y de la Calle.

Son estos, logros que tiene que celebrar y reclamar alborozado para su partido y para sí el negociador Barreras, cuyo  desinteresado desvelo aún está por reconocerle la patria rescatada.

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Él, que sabe aguardar y manejar con tino, discreción y esmerado comportamiento el don del oportunismo, bien ganada tiene su recompensa.

En tanto los malquerientes le echan en cara a su partido de la U la más colosal cruzada de corrupción de la cual se tengan anales en el presente siglo, no es menos cierto que la historia de las realizaciones de su célula partidista también es rica en falsos positivos, violación de los derechos humanos, paramilitarismo y narcotráfico, desplazamientos, despojo de tierras, persecución y exclusión política.

Y una novel y venturosa clase política de buenos,  aprovechados y “triunfadores” muchachos provenientes de las elites regionales, a cuya merced se han abierto las arcas del Estado para su uso desmedido y personal provecho.

Sin interferencias de la justicia, de los órganos de control, del más mínimo recato ético; cooptándolos y reproduciéndolos conforme sus habilidades y destrezas para el pillaje de alto de alto coturno lo van demandado.

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Y no son la democracia, la transparencia, la decencia política, compañero León Valencia, las que se joden, pues tales, según lo proclaman sus estatutos y personeros, son los mismos: el partido de la U, y las otras facciones partidistas aliadas, las elites regionales transmutadas en clanes familiares y políticos, la nomenklatura y los grupos empresariales remontando el anchuroso Magdalena de la corrupción, los medios de comunicación encargados de tapar o abrir o desviar según sea la cuantía del interés patronal en juego.

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Quienes nos jodemos, y bien jodidos, compatriota Valencia, somos los colombianos. Sí, los colombianos, pues aquellos no tienen nacionalidad, tienen intereses, como Odebretch, Reficar, Electricaribe.

Son mercenarios.

Poeta

@CristoGarciaTap

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