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Peregrino entre cuartillas

Cristo García Tapia

26 de septiembre de 2019 - 12:00 a. m.

Sigrid Kraus, es una editora-librera, fundadora con su marido, de la Editorial Salamandra, que nació en Alemania, se crio en Brasil, casó con un argentino, y vive en España, para quien “sin librerías es muy difícil formar nuevos lectores”.

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Sí, sin librerías y sin bibliotecas, esa “especie de gabinete mágico” que, con el tiempo, igual que las librerías, han caído en desuso para el omnipresente mercado global, que al fin de cuentas es el que tiene la potestad de regularlo todo, hacerlo consumible y promoverlo en los tenderetes más inverosímiles.

Incluso, hay ciudades en Colombia que dejaron de tener librerías hace más de un cuarto de siglo; otras, apenas si alcanzaron a tener una, y las más de este nuestro Caribe al garete, ya no las conocerán en ningún tiempo.

Que el fin del libro impreso haya llegado para desterrarlo para siempre de los confines de este mundo atravesado por libros de todos los tamaños, colores, peso y contenido, no es verdad irrebatible como suele proclamarse desde fines del siglo pasado.

Para nada tengo por cierto que tan catastrófico anuncio vaya a tener cumplimiento en lo que va sobreviniendo de este XXI, que ya va por su cuarto lustro, en cambio sí me temo que el que ha llegado para quedarse y tomar posesión a perpetuidad de los dominios del libro, es el fin de los lectores.

Y no es que, los mortales que somos, a estas alturas del proceso inacabado de hominización, hayamos dejado de leer. No, cuanto hemos alcanzado con honores y la más alta calificación, es a desaprender a leer en los libros, ese cubo de papel al cual Borges consideraba “una extensión de la memoria y de la imaginación”, como lo son del brazo el arado y la espada.

Y más acá de abandonarse de los libros como el instrumento más asombroso de cuantos configuran y posibilitan su existencia, el hombre contemporáneo ha incurrido también en el desaprendizaje de la búsqueda de la felicidad, cualquiera sea ese instante emocional íntimo, personal, que nos signa humanos, y del cual el libro es una de las posibilidades que tiene de hacer compatible con la génesis humana aquella abstracción.

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¡Qué vaina!

De esto, de librerías, libros y bibliotecas, y hasta de la felicidad, no era de cuanto yo iba a escribir en mi columna de este último extrañamente alumbrado por un sol doble, matizado por una incipiente llovizna matinal, jueves de septiembre, pero en la vigilia de la alta medianoche leí una crónica sobre aquel tema en Lecturas Dominicales, El Tiempo, de Jorge Carrión, y en Babelia, El país, de España, una entrevista, que me llevaron por este atajo.

Y bueno, pocas veces acabamos casándonos con la novia de toda una vida.

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Lo cierto es que cuando tal ocurre, aunque no con mucha frecuencia, siempre encontramos un pretexto que, además de hacernos felices, nos permite cumplir cada ocho días con nuestra devoción de peregrino entre cuartillas.

* Poeta.

@CristoGarciaTap

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