Petro: Ni expropiación ni comunismo

Cristo García Tapia
01 de marzo de 2018 - 04:00 a. m.

Igual, y para significar la trascendencia, vigencia y ejecución de las propuestas de Gustavo Petro Urrego, candidato por Colombia  Humana a la Presidencia de Colombia, periodo 2018-2022, bien pude titular esta columna: Ni expropiación ni comunismo: Modernidad, porque tal es cuanto entraña el conjunto de soluciones que, para un país en crisis de modernidad, represado en las aguas inmóviles de un desarrollo capitalista fragmentado en un aparato productivo amancebado con formas y relaciones feudales de producción, propone Petro.

Desde luego, todo cuanto se insinúa, afirma, dice y escribe, acerca de Gustavo Petro, está mediado por razones ideológicas materializadas en un discurso político de confrontación antes que de debate, ese sí clasista, de un señorío del poder en Colombia, tanto en el ámbito nacional como regional y local, cuyo ejercicio decimonónico se agotó en la insolvencia de sucesivos modelos que en tan largo estadio nunca han dado en las soluciones sociales, políticas, económicas y jurídicas que, en consonancia con la historia y la modernidad capitalista, ha venido demandando el país, sus gentes, sus instituciones, economía y aparato productivo en general.

Ni “narrativas mesiánicas” ni “travesuras populistas”. Ni nada que se parezca a los calificativos falaces con los cuales los usufructuarios sempiternos de un poder en entredicho y rebasado por la historia pretenden confundir se corresponde con la verdad inocultable de la acogida afirmativa que millones de compatriotas de todas las clases le dan al discurso contemporáneo, modernizante, incluyente, de Petro. De la Colombia Humana.

Que cuanto deja ver y ratificar, es el imperativo de la sociedad colombiana de cambiar por la vía democrática, inclusiva, pluriclasista, un modelo político, social y económico que se agotó en la corrupción incontrolable de sus poderes dominantes; en la incertidumbre y precariedades de su modelo económico monoexportador, antes el café, ahora la minería del petróleo y el carbón; en el anquilosamiento de unas instituciones capturadas por el clientelismo político, la ilegalidad y la corrupción; en la disolución del bien común en las fauces de un interés particular desbordado, ahondando sin escrúpulos las desigualdades sociales y la pobreza.

Son esas, y no otras, las razones por las cuales la propuesta política de Gustavo Petro convoca y determina la irrevocable y mayoritaria decisión de los colombianos de elegirlo presidente de un país que, en más de un siglo, agotó en el señorío de un poder excluyente y clasista, ese sí, todas las posibilidades de avanzar en su desarrollo; de crecer, diversificar y cualificar su economía y aparato productivo.

Un señorío que se resiste a la industrialización y producción de bienes de capital; a la implementación de un sistema de educación pública de excelente calidad en todos los niveles y territorios; a la democratización de la tierra, su tenencia, uso y productividad agroindustrial; a la incorporación de la ciencia, tecnología e innovación, en la creación de riqueza y desarrollo.

Y eso, que no ha sido capaz de hacer el señorío que detenta el poder en Colombia, no implica expropiación de los medios de producción, la tierra entre los más, ni la implantación de modelo comunista alguno con el cual meten miedo, hacen terrorismo, asustan y paralizan a colombianos despistados, los señores del poder, de la guerra, de la tierra, de los medios, y los pregoneros a destajo de una catástrofe que ellos saben no va a ocurrir jamás.

En la Colombia Humana todos, según sus medios, capacidades, competencias, vamos a producir crecimiento económico, desarrollo social y humano, para todos los colombianos. A producir riqueza, potenciando la economía, diversificándola y preservando el medio ambiente, para reducir las desigualdades e inequidad cada vez más crecientes que ha producido el señorío en el poder y su brazo despojador, la corrupción, que se apropia incontrolable de las rentas, bienes y presupuestos públicos.

Y eso, que no ha sido capaz de hacer el señorío en el poder por mas de un siglo, no es comunismo, ni expropiación. No. Es incompetencia, indolencia, violencia económica que se traduce en inseguridad, en atraso de la economía y del aparato productivo. De la educación, la ciencia, la tecnología y el conocimiento, como catalizadores básicos, determinantes, en la consolidación de una economía competitiva, productiva y generadora de riqueza para la equidad, el desarrollo y el progreso de la sociedad colombiana.

Lo demás es terrorismo mediático, y fáctico, de un señorío rebasado por la historia y la modernidad política, que se resiste a las bravas y por todos los medios a ceder su lugar a nuevas y renovadoras formas de democracia, inclusiva y pluriclasista, en pro de una Colombia en paz, humana, productiva y conviviente.

¡En una Colombia Humana!

* Poeta.

@CristoGarciaTap

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