Escucha este artículo
Audio generado con IA de Google
0:00
/
0:00
Fue Goethe, en el cenit de la “más hermosa época de la historia del espíritu alemán”, quien proclamó al poeta como el supremo legislador del mundo.
Y Hamann, otro alemán de la misma estirpe de Goethe, con profunda fe y rotunda convicción, afirmaba de la poesía que era “la lengua materna del género humano”.
Y como si la literatura no alcanzara a abarcar la dimensión universal del poeta, este precursor de la revolución que alumbró el Romanticismo, reafirmó el concepto de Goethe y de Novalis, al sentenciar: “Dios no era un geómetra o un matemático sino un poeta”.
Y otro alemán, Friedrich Leopoldo von Handerberg, el inmortal Novalis, como fue entre los griegos, auguraba que “en el futuro el poeta volvería ser profeta, sacerdote y hasta legislador”, que es en cuanto deviene ese fermento concentrado de las emociones y percepciones humanas por excelencia.
Cuanto me lleva por estas digresiones iniciales, no es huero diletantismo o lo que pueda parecerse o asumirse como unas y otro, en este ejercicio del pensamiento que supone soportar la inmediatez de una columna.
O, la de un tontillo mediocre, aupado de diplomas hechizos y otros artificios propios de su anodina ilustración, que es cuanto deja ver quien, sin conocimiento de causa ni de las materias que juzga, se erige en “comentarista” enmascarado.
Tal vez sí, provocar un poco la atención de quien así lo quiera y pueda sentirse intrigado, de cuanto en la historia de la humanidad, en la construcción de sociedades, en el desarrollo de la ciencia, la política, la ética, la moral, las artes, la filosofía y hasta la teoría económica han imaginado, edificado, transformado, renovado, significado y aportado los poetas.
Y de cuanta resistencia, oposición mental, ideológica, política, cultural, mitologías y creencias perturbadoras, en esas sus palpitaciones vitales de procurar el bien humano como fin supremo, como ideal y totalidad de la historia, han aniquilado y conminado a rendirse con la fuerza imbatible de su creatividad, de su ética, de su conciencia revolucionaria y modernizante, de la belleza, de la palabra.
Para tal, para la provocación, me bastaría referirme solo a esa revolución alumbrada por el romanticismo en el siglo XVIII; a la más trascendental, la más profunda y sostenible en el tiempo de la historia, de entre cuantas alumbraron la modernidad y cuyos parteros fueron los poetas.
Una revolución que trascendió lo estrictamente estético y artístico, para adentrarse y remover en lo más recóndito los cimientos políticos, económicos, sociales y morales, de una sociedad sitiada por las falacias de poderes, sistemas y modelos erigidos sobre la inmovilidad del pensamiento racionalista, la divinidad y la fe, como supremos regentes y dispensadores de todo orden y organización que el hombre pretendiera darse.
Y esa criatura la engendraron y alumbraron los poetas; es a ellos, a su pensamiento y acción, a quienes Occidente debe el advenimiento del mundo moderno, del Estado, de la Ciencia y el Conocimiento, la nueva Economía, que iluminaron las cavernas que la religión construyó sobre el poder de la divinidad y la fe.
Probablemente haya más, y más allá del arte, la literatura, la estética, la filosofía, que los poetas hayan contribuido a alumbrarle a Occidente con las potentes luces del romanticismo, si es que no siguen sin apagarse.
Encendiendo la tea, sin dejar consumirla, en constante destello, difundiendo su resplandor purificador y transformador, para eso sirven, han servido y seguirán sirviendo los poetas; para procurar el mejor de los mundos a sus congéneres.
Y en cuanto a mí, poeta, hago con buen resultado y comprobada competencia aquello que petufar_24475, cree vedado para los poetas por sustracción de materia: en 150 metros cuadrados de espacio (150 mts2), genero 50 empleos directos, 13 mil millones de pesos en producción; pago impuestos, no los evado ni gozo de exención tributaria alguna ni le hago trampas a la DIAN.
Y bueno, sé de dónde, y cómo, “sacar los 25 billones que faltan en el presupuesto del año entrante” sin “aumentar los impuestos” ni “despidiendo empleados estatales”, ni suprimiendo empleos, ¡estúpido!, ni fraguando pactos tramposos contaminados de corrupción para “reducir ese faltante”.
* Poeta.
@CristoGarciaTap
