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Por la paz con el ELN

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Cristo García Tapia
13 de octubre de 2016 - 04:23 a. m.
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Creo, de buena fe, en las intenciones de paz de la guerrilla revolucionaria, cuando de echar a andar, y acordar, caminos de entendimiento los conmina la historia y las dinámicas de las luchas sociales contemporáneas.

Descreo, en cambio, de aquellos que de mala fe se han apresurado a decir, que los 6 puntos esbozados  en la propuesta de “Acuerdo de Dialogo para la Paz de Colombia entre el Gobierno y el ELN”, no son cosa distinta de “la proclama de rendición incondicional” de esta guerrilla marxista.

Nada más irresponsable y tendencioso de los pregoneros de oficio de la guerra permanente, que deben ser los mismos que manipularon el plebiscito refrendatorio de los Acuerdos  con las FARC – EP, salir  a torpedear, con la impertinencia de una rendición que no es tal ni nada parecido a ello, la buena voluntad de paz que anima a las partes convocadas al convite por la paz al que la historia, igual que a la guerrilla, exhorta imperativamente a la sociedad colombiana.

Para abrirse paso entre los matorrales de una negociación como la que se aboca, creemos quienes apoyamos la búsqueda de caminos distintos del de la guerra y que conduzcan ineluctablemente a la paz con la guerrilla del ELN, es condición necesaria entre los actores de esta confrontación de más de cincuenta años, la sensatez y pragmatismo de propuestas que den en soportar las discusiones, debates, controversias y oposiciones que, a lo largo de su desarrollo, se susciten.

Y más si, como ha quedado esbozado en la propuesta exploratoria inicialmente convenida, las partes se apropian como insumo de significativo valor cuanto hasta ahora dejado de altamente provechoso para el fin de la Paz, el Acuerdo suscrito en La Habana entre el Gobierno y las FARC–EP.

Es pertinente sí, que en eso de ponerle tiempo y “velocidades” perentorias a la negociación, es mejor ser celosamente prudente y, en veces, más bien retraído de las lógicas cortoplacistas que imponen las coyunturas políticas y electorales, de las cuales la andadura que se va emprender no es que este despejada para las calendas en las cuales se transitará.

Es pasar por alto que esto de la “velocidad”, tiempos y lógicas de la guerra y su consecuente desarrollo, fin o negociación, difieren del concepto racionalista que aplica para otros sucesos de la cotidianidad humana.

Es de observar, por caso, que las FARC, desde su insurgencia, llevaban casi el mismo tiempo de estar explorando propuestas de diálogo, conversaciones de paz y cuanto mecanismo fuere susceptible de conducir al fin del conflicto.

Y solo hasta ahora, sesenta años después, viene a concretarse el Acuerdo que puso  fin, sin vencedores ni vencidos, a una confrontación revaluada por la historia. Bien porque al Gobierno no le interesaba acabarla por la vía civilizada ante el imponderable de la vía militar, ya porque la correlación de fuerzas no lo favorecía en un momento determinado de la confrontación.

Ora porque la guerrilla, presumiendo de las mismas ventajas que su oponente, se “atrincheraba” por largos periodos en la que consideraba posición correcta y, consecuentemente, alteraba las opciones de acuerdo.

Cualesquiera fuesen las razones prevalecientes en las sucesivas narrativas del fin del conflicto armado colombiano, a cuantos hay que soslayar y combatir es a los pregoneros, promotores y financiadores de la guerra permanente. Y a los confesos manipuladores de opinión, someterlos con el argumento irrebatible del derecho inalienable a vivir en paz por el que clamamos los colombianos.

Ni “rendición” de unos, ni entrega del Estado a las “fuerzas del mal”: cuanto se busca  entre el Gobierno y el ELN, es el fin superior de la Paz.

Y si las armas de uno y otro contendiente no han hecho cosa distinta que ahondar, expandir, reproducir, las brechas que desangran nuestro tejido social, ahora es la historia la encargada de conminar  a los responsables de uno y otro bando a convenir, por la vía del dialogo, el cese definitivo de ese trágico, incesante capítulo de nuestra historia: la guerra.

Que cuanto nos ha traído de convivencia pacífica, de reconciliación, de paz real, el fin del conflicto con las FARC, sea guía para el que empieza a transitar el Gobierno con el ELN.

Poeta

@CristoGarciaTap

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