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Región Caribe y PND

Cristo García Tapia

02 de mayo de 2019 - 12:00 a. m.

Más acá del aumento de la participación teórica en los presupuestos correspondientes al cuatrienio del presidente Duque, contemplados en el Plan Nacional de Desarrollo (PND) Pacto por Colombia, nada distinto de cuanto conlleva la reproducción de políticas públicas y modelos de gestión agotados en sus ejecutorias y resultados se alcanza a vislumbrar en este horizonte de perspectivas e imaginarios inciertos que es la región Caribe.

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Igual que ha acontecido con los muchos compromisos que, tanto a nivel central como regional y local, se han propuesto gobiernos y entidades en diferentes estadios de su vida política y administrativa para promover el desarrollo humano y social, económico y cultural de la región Caribe, más bien son pocos los logros alcanzados.

Ni lucha efectiva contra la corrupción, ni Fondo de Compensación Regional que dé en reducir la pobreza extrema e inequidad prevalecientes, ni fortalecimiento del aparato productivo en sectores competitivos para generar empleo de calidad, se alcanzan a vislumbrar como logros concretos de la región Caribe años después de haber sido suscritos y asumidos por distintos gobiernos los pactos, compromisos políticos y ejecutorias públicas que darían en su despertar, despegue y consolidación hacia destinos más promisorios.

De cuanto si hay registros siempre “positivos” es en el crecimiento de la corrupción y, como contrapartida, en el desmedro institucional en controlarla, combatirla eficazmente y reducirla más allá de la verborrea publicitaria de las gabelas y “preacuerdos” de los órganos de control y la justicia con los corruptos.

Que, en vez de premiar con penas irrisorias y la legalización con visos de inmunidad y patente de corso el despojo y apropiación de rentas y presupuestos públicos a sus beneficiarios, promotores y poderosos aliados en las diferentes estancias de la nomenklatura, cuanto se impone es castigarlos con penas severas, tanto punitivas como sociales privativas de derechos como el de elegir y ser elegidos, nombrar en cargos públicos, ostentar dignidades y representación oficial, expropiarlos y, por supuesto, imponerles puniciones económicas en cuantías superiores a lo despojado al Estado.

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Algo que no demanda mayores esfuerzos ni legislación extraordinaria ni voto caribe ni RAP ni constituyente alguna, por decir lo más, y apenas sí un destello de voluntad política, un impulso de cambio irrefrenable, una visión providencial de nuestros gobernantes, de nuestra clase dirigente, de nuestros líderes en los diferentes sectores de la economía y el empresariado, los trabajadores, la política, la academia, la cultura, la opinión pública, los medios y canales de comunicación, capaz de alterar el statu quo de tan dañino hacer.

En suma, del decidido accionar de la sociedad caribe en su más genuina, colectiva, dinámica, convocante y legítima expresión y representatividad.

Volviendo al Fondo de Compensación Regional (FCR), aún estamos por comprobar en qué cuantía sus presupuestos, planes y ejecutorias han contribuido realmente a paliar y a equilibrar las lacerantes desigualdades e inequidades sociales, la pobreza extrema, la desnutrición, el analfabetismo, la mala calidad de la educación y la baja inversión en innovación y desarrollo tecnológico, entre tantas demandas urgentes de la región.

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Y del apoyo efectivo del sector financiero y de la banca pública a la pequeña y mediana empresa sí que resulta penoso e invisible, y para nada cierto, el cacareado apoyo.

A decir verdad y transcurridos los primeros 20 años de este siglo, poco es cuanto ha alcanzado nuestro Caribe continental e insular en aquellas variables y registros decisivos para su desarrollo humano, satisfacción efectiva de sus necesidades básicas, calidad de vida y eficiencia de su aparato productivo.

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En tanto los liderazgos regionales de uno y otro orden que tenían el imperativo de darle cuerpo al ideario plasmado en los compromisos, planes, proyectos y ejecutorias prometidos y convenidos tantas veces, han resultado espurios y refrendados con el desinterés y la esterilidad de la voluntad y capacidad de aquellos por un Caribe más incluyente en todos los ámbitos del desarrollo y crecimiento humano, social y económico, corresponde a sus pueblos tomar las banderas para reivindicar su destino de grandeza y enfrentar colectivamente los males que lo agobian.  

* Poeta.

@CristoGarciaTap

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