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Relatos de los oficios y los días*

Cristo García Tapia
03 de diciembre de 2020 - 03:00 a. m.

Estos Relatos de los oficios y los días bien podrían ser la parábola vital de Antonio Hernández Gamarra, de Sincé, Sucre, el hijo de la niña Pepa y Euclides.

De su hacer como economista y servidor público, de su solvencia ética, probidad, transparencia y competencias, en cuanta responsabilidad en aquellos menesteres de su vida le fueron confiados. De los valores tasados en la praxis de la eficiencia y utilidad social con los que profesó su misión en un país llevado de la más patética orfandad de valores y conductas probas en el hacer y ejercer en la relación individuo - Estado.

Pero también tiene esta andadura testimonial en comento, y aunque nuca fue su propósito el de revelarla, dejarnos al descubierto una faceta siempre interrumpida por la de los oficios que lo ocuparon: la de su condición natural de escritor. Así, sin más, como lo fueron otros de su dintorno: Simón Latino, Alfonso Romero Aguirre, Gabriel García Márquez.

De la cual condición, la verdad sea dicha, son testimonio concluyente estas amenas y nunca bien ponderadas lecciones de vida; de ordenados, planificados, consumados y debidamente validados conocimientos en las diversas disciplinas y funciones en las que su autor fue artífice, convidado de primera línea o gestor de la idea transmutada en hecho útil y de provecho en lo social, económico, académico, educativo, empresarial.

Y siempre ondeando el estandarte ético, la transparencia y la eficiencia que se impone y debe primar por lo social, por el interés general, cuando de lo público se trate y convoque a su adelanto, crecimiento y perfeccionamiento, sello indisoluble que marcó las ejecutorias de Antonio Hernández Gamarra, el muchacho pobre, sin medios ni activos de ninguna naturaleza, de Sincé, Sucre, que le torció el cuello al oficio al cual estaba predestinado por aquella condición: el de mozo en las ganaderías para ejecutar labores de vaquería, ordeño o el cuidado de los ganados*.

Pero pudo más la indoblegable decisión de no quedarse a vivir en su pueblo natal, la férrea voluntad y el tesón de sus padres, especialmente de la niña Pepa, quien se propuso que sus hijos no serían mozos en ninguna de las fincas de Sincé.

Y por supuesto, la escalera que sus hermanos mayores aprestaron como principio fundacional de la familia: ayudar a generar, desde edad temprana, algún ingreso para asegurar con ello que los menores tuvieran la posibilidad de educarse.

Ese principio fundacional y la inteligencia de la cual hicieron su remos los hijos, fueron el viento que arrimó al puerto de los logros hoy alcanzados la alquilada canoa en la que apenas cabían los nueve hermanos, la niña Pepa y Euclides.

Todo empolló para Antonio Hernández Gamarra un 20 de noviembre de 1961, día en que le fue otorgada la medalla de mejor bachiller por el Instituto Nacional Simón Araujo, de Sincelejo, en el que concluyó su bachillerato como interno gracias a una beca y a los 20 pesos que religiosamente le enviaba cada mes desde Barrancabermeja su hermano Eutimio, el primer peldaño de la escalera, para cubrir los gastos del vestuario, los refrescos y la ida a cine los sábados.

Después vendría la Universidad Nacional, adonde ingresó a estudiar Economía, su membresía en todos los rangos de la organización estudiantil, desde la cual participó activamente en el proceso de reforma universitaria conducido por el rector José Félix Patiño, y de manera muy positiva en la reestructuración de la carrera de Economía, en la conformación de centros pensamiento como aventajado discípulo de Lauchin Currie, gestor de la vinculación de estudiantes y profesores de Economía a estudios de postgrado en el exterior.

En cuanto oficio ejerció dejó realizaciones y aportes para la historia: en la academia la creación de la Facultad de Economía en el Externado, Decano en la del Valle, profesor en la Nacional; a dos millones de pobres bogotanos los rescató de las llamas del “cocinol” cuando fue presidente del COLGAS; de la Ley 11 de 1982 que la creó y el Decreto 1471 que la reglamentó, dio vida a la FEN; fue Gerente del INCORA, Ministro de Agricultura, Miembro de la Junta del Banco de la República y Contralor General de la Republica.

Del mester grato de aprender y enseñar Economía todavía se ocupa, igual que del de recopilar anacolutos, ejercer de maestro rural contemplativo afanado, como Ebenezer von Platón Mordecai, aunque ya un poco desentendido de su fábrica de crepúsculos y de su vivero de quimeras, es más el tiempo que le dedica al de orquídeas y bromelias en su patio de Santa Marta.

*Relatos de los oficios y los días / Antonio Hernández Gamarra. Bogotá: Universidad Nacional de Colombia, 2020.

Poeta

@CristoGarciaTap

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Atenas(06773)03 de diciembre de 2020 - 03:06 p. m.
Sin comentarios. Ante tanto efluvio de prominentes adjetivos, mejor prefiero repasar el poema Y Granada.....quedándome, asi tamb., en silencio.
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