Ni lucha efectiva contra la corrupción, ni Fondo de Compensación Regional, que dé en reducir la pobreza extrema e inequidad prevalecientes y cada vez más creciente por estos pagos abandonados de duques y marqueses.
Y menos, el fortalecimiento, crecimiento y expansión del aparato productivo, en sectores competitivos para generar empleo y demanda de calidad, se alcanzan a vislumbrar como logros concretos de la región Caribe diez años después de haber sido suscrito el Compromiso que daría en su despertar, despegar y consolidación hacia destinos más promisorios.
De cuanto si hay registros “positivos” en la década transcurrida, es del cada vez más creciente incremento de la corrupción y del desmedro institucional para controlarla, combatirla eficazmente y reducirla efectivamente, más allá de la verborrea publicitaria de las gabelas y “preacuerdos” con los órganos de control y la justicia.
Que, en vez de premiar con penas irrisorias y la legalización con visos de inmunidad y patente de corso el despojo y apropiación de rentas y presupuestos públicos a sus beneficiarios, promotores y poderosos aliados en las diferentes estancias de la nomenklatura, cuanto se impone es castigarlos con penas severas, tanto punitivas como sociales privativas de derechos como el de elegir y ser elegidos, nombrar en cargos públicos, ostentar dignidades y representación oficial, expropiarlos y, por supuesto, imponerles puniciones económicas en cuantías superiores a lo despojado al Estado.
Algo que no demanda reformas constitucionales ni legislación extraordinaria ni voto caribe ni RAP ni constituyente alguna, por decir lo más, y apenas sí un destello de voluntad política; un impulso de cambio irrefrenable, una visión providencial de nuestros gobernantes, de nuestra clase dirigente, de nuestros lideres en los diferentes sectores de la economía y el empresariado, los trabajadores, la política, la academia, la cultura, la opinión pública, los medios y canales de comunicación, con la suficiente fuerza y determinación de alterar y proscribir de nuestra vida institucional el statu quo, que tan dañino hacer construye y reproduce.
En suma, del decidido accionar de la sociedad caribe en su más genuina, colectiva, dinámica, convocante y legitima expresión y representatividad.
En su sentir más solidario e histórico en la búsqueda, sin pare y entre todos, del bien común, del bien hacer y del bien ser. Nada difícil ni de largo plazo.
Y si del Fondo de Compensación Regional, FCR, previsto en aquel documento decimos, aún estamos por comprobar, si fue que se creó, que tanto sus presupuestos, planes y ejecutorias, han contribuido a paliar y a equilibrar las lacerantes desigualdades e inequidades sociales, la pobreza extrema, la desnutrición, el analfabetismo y la mala calidad de la educación.
O la baja inversión en innovación y desarrollo tecnológico, el apoyo efectivo del sector financiero a la pequeña y mediana empresa que, todos a una, atosigan a este Caribe hecho añicos en una y otra de aquellas variables determinantes del desarrollo humano, de las necesidades básicas, de la calidad de vida, del aparato productivo, de sus habitantes.
En tanto los liderazgos regionales de uno y otro orden que tenían el imperativo de darle cuerpo al ideario plasmado en el Compromiso Caribe, han patentado con su anomia y desinterés la decadencia y esterilidad de aquel sueño, la voluntad mancomunada de quienes hace diez años alumbraron esa guía para la acción por un Caribe más incluyente, vuelve a invocar el sentimiento colectivo de sus pueblos para reivindicar su destino de grandeza y enfrentar colectivamente los males que lo agobian.
Porque de y con otros, verbigracia el presidente Duque, no hay que hacerse ilusiones, pues ni siquiera a este Caribe, tan embelequero para elegir presidente, pero no para gobernar ni procurar en su provecho colectivo, se le menciona en los altozanos del poder como no sea para manosearlo y tirarlo.
* Poeta.