Un restaurante de vieja tradición en Bogotá. Fundado por tres españoles en el año 53, funcionó en la calle 18.
Después los españoles vendieron y el restaurante se trasladó a un sitio detrás del Centro 93. El nuevo sitio cuenta con una terraza y un patio con paraguas que con buen sol resulta un ambiente relajado y acogedor. Como es costumbre aquí, las fotos y los motivos taurinos dan el énfasis español en el decorado. Su oferta es la cocina “tradicional española”, que es un reducido número de platos que circulan como tales en Bogotá desde hace años.
La carta cuenta con 13 entradas o tapas tradicionales con precios que van de $5.000 a $28.000. Aquí encontramos jamón serrano, chorizos españoles, queso manchego y otros platillos españoles. Cuatro “sopas y caldos”, dos muy españoles. Once tapas de mar con precios entre $7.000 y $19.000. Hay boquerones, gambas, calamares, mejillones y otras delicias. Veinte “tapas de la casa” con precios entre $7.000 y $12.000. Las tapas no ofrecen sorpresa ni creaciones de la casa, todo muy trajinado. “Platos fuertes” contamos con nueve “De la casa”, entre $25.000 y $30.000. Son paellas, callos, cazuela de mariscos y otros auténticos madrileños. Carnes: seis lomos de $26.000 y tres mariscos y pescados. Seis postres de los fáciles, de moda en el medio, no hay ni uno de los tradicionales españoles. Conseguimos un vino de la casa, argentino, bueno por el precio.
Iniciamos con tres tapas: habas con chorizo, tortilla de patatas y gambas al ajillo. Las habas estaban excelentes, tiernas y con buen aceite de oliva; hizo falta algo más de chorizo. La tortilla de papa, personalmente no me pareció sobresaliente. Hay que recordar que no hay dos iguales en el mundo ibérico. Las gambas al ajillo, bien, pero no sobresalientes. Pedimos caracoles a la catalana y no había. Seguimos con “rabo de toro”, que es una de las especialidades de la casa. Estaba bien, un buen braseado y blando, como debe estar, con una salsa de cebolla, zanahorias, tomate… pero un poco insípida la carne. Iba acompañado con papas fritas. “Guiso de albóndigas”: venían en un rico guiso con tomate, cebolla, champiñones, arvejas, acompañado de arroz blanco. A ambos platos les faltó el toque propio de la cocina española que se da con especias. Callos a la madrileña fue el plato estrella de la tarde, con pedacitos de chorizo y puntas de jamón serrano y una salsa fuerte, pero muy sabrosa. El punto de cocción del mondongo estaba perfecto: blando sin estar desbaratándose. Un plato recomendable. De postre pedimos “tarta de almendras” con el infaltable helado de vainilla bogotano. Estaba aceptable.
El rato fue agradable y la comida, si bien no es ni alta, ni mediana cocina española, ni con intenciones creativas, disfrutamos de una comida sencilla propia de los restauranticos de los barrios del viejo Madrid.
Carrera 14 Nº 93-16. Tel. 2364201.secomebienaqui@gmail.com