Es una parrilla sin mayores pretensiones culinarias o de restaurante. Funciona desde hace dos años y medio en La Castellana. El sitio es bien presentado, amplio, con mobiliario sencillo y de buen gusto. Su carta no va más allá de lo que se espera de una parrilla.
Ofrecen cortes argentinos en carnes colombianas, que el maître dice que tienen una maduración de veinte días cuando llegan al sitio. Después de probar y al ser confrontado y puesta en duda lo de la maduración, aparece el chef, una persona amable, con ganas de ayudar y de mejorar, que dice que tal vez al maître se le fue la mano en ponderar su carne y que la maduran sólo “unos pocos días”. Por lo menos manejan el concepto de carnes maduras y muestran una voluntad que me permite tener confianza en que pronto podremos tener un asadero bueno, bonito y a buenos precios.
La carta es así: once entradas con precios desde $5.500 hasta $10.000, donde se encuentran “chinchulines”, chorizos, morcillas, queso provolone, empanadas porteñas y otros. Como principales, nueve cortes de carne, los tradicionales argentinos, con precios alrededor de $24.000 y con posibilidad de medias porciones y platos con muestras de varios cortes, “parrillas”. Dos pollos a la parrilla y uno como milanesa a la Pampa. Cuatro pescados. Acompañamientos de papas y verduras calientes. No encontramos las papas suflés de los asaderos porteños… Qué lástima. Tres postres de $6.000. Para no perder el hilo porteño, uno de éstos se llama “banano porteño”. Una carta de vino pobre y con precios más altos de los que el sitio resiste. Esperábamos precios moderados.
Empezamos con “empanadas porteñas” de cortesía de la casa, estaban más o menos, pero a caballo regalado nos se le mira el diente. Seguimos con “chinchulines”, aquí en Colombia chunchullos, y un chorizo argentino. No estaban mal, pero no a la altura de un asado argentino. Pedimos como platos fuertes un “bife de chorizo” y una punta de anca. El bife estaba asado impecablemente, buen sabor y en el punto medio pedido, el puré de papa que lo acompañaba muy regular. No tenía la textura ligeramente esponjosa de un puré bien logrado. Aparentemente no es tan fácil lograrla. La ensalada, nada entusiasmante. Personalmente creo que una buena ensalada es un excelente plato en un asado. La “punta de anca” no era el corte limpio de punta de anca, tenía un pedazo muy duro y rejudo y ciertamente no tenía la maduración debida. Es un problema de corte que tiene que controlar un chef buen conocedor de carnes y cortes para asado. De postre pedimos “bananos porteños”, son bananos apanados y fritos con un helado de vainilla de tarro de supermercado. Dijéramos que estaban aceptables.
Me contaron que venía un chef argentino para los últimos quince días de abril. Puede ser una buena oportunidad para hacer un avance culinario en La Pampa Gaucha. Guardemos la esperanza de que se pueda desarrollar como un asadero donde podamos comer un buen asado.
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