Venezuela y las variables extrahemisféricas

Daniel Emilio Rojas Castro
19 de marzo de 2019 - 05:00 a. m.

Descartada la intervención militar en la última reunión del Grupo de Lima, la transición negociada se convierte en el único camino para restablecer la alternatividad democrática en Venezuela. Cabe preguntarse, sin embargo, si la salida a la crisis depende sólo de los venezolanos.

Quienes afirman que los venezolanos son los únicos capaces de encontrar una solución frente a la actual catástrofe humanitaria y política desconocen erróneamente la dimensión extrahemisférica de lo que está sucediendo. Tanto las gestiones del Grupo de contacto, que reúne a un puñado de países europeos y latinoamericanos, como la propuesta de México y Uruguay, que consiste en activar el Mecanismo de Montevideo para iniciar una negociación entre el gobierno y la oposición, son quimeras si no se incluye en un posible escenario de negociación a rusos y chinos. La transición democrática no tendrá lugar sin un acercamiento previo con Moscú y Pekín. Gustemos o no, Venezuela no es un tema exclusivo de la agenda de los EE. UU.., Colombia o Brasil.

Los rusos llegaron a Venezuela para quedarse y no van a renunciar a la influencia que han adquirido sobre el Estado y las FFAA. venezolanas. Igor Sechim, uno de los hombres más próximos de Vladimir Putin, director ejecutivo de la compañía estatal petrolera rusa Rosnev, es desde hace varios años uno de los interlocutores privilegiados de Nicolás Maduro y de su círculo de allegados. Una investigación reciente de Reuters reveló que algunos ejecutivos de esta compañía señalaron que la mayor parte de su inversión se ha hecho a perdida y ha creado una deuda colosal. ¿Por qué invertir en un país en crisis? La respuesta, desde luego, es política: la inversión en Venezuela le ha permitido al Kremlin ganar un protagonismo táctico en el Caribe que aumenta su imagen de potencia mundial. Venezuela no sólo es un comprador de armas rusas, sino un aliado militar con quien pueden realizarse ejercicios navales y aéreos que escapan al control de los EE. UU. y de la Unión Europea (eso fue lo que ocurrió en diciembre del 2018 con los dos bombarderos supersónicos Tupolev TU-160 que aterrizaron en el aeropuerto de Maiquetía. Se trata del mismo modelo de bombardero nuclear que protagonizó el incidente diplomático con Colombia durante los ejercicios militares entre Rusia, Venezuela y Nicaragua del 2013).

Al protagonismo ruso en Venezuela se suma la expansión financiera y comercial de China, cuyo impacto representa un cambio sustantivo en la estructura económica del hemisferio. Principal socio comercial de Brasil y gran acreedor de los países de la región, en los últimos quince años China les ha prestado más dinero a los países latinoamericanos que el Banco Mundial y el FMI juntos. Venezuela le adeuda a Pekín cerca de 54.000 millones de euros en créditos pagaderos en petróleo, es decir, cerca del 40% del total de la deuda latinoamericana a China (las cifras son de Diálogo interamericano y la Universidad de Boston). Aunque no sabemos exactamente cuál ha sido la cantidad de la inversión anual de Pekín en Venezuela ni qué monto de la deuda está saldado, la escasa liquidez de la economía venezolana depende de los prestamos chinos. Para que Pekín reduzca el apoyo al gobierno de Nicolás Maduro hay que ofrecerle garantías de pago en cualquiera de las modalidades que asuma la transición.

¿Aceptarán rusos y chinos el inicio de una transición democrática renunciando a una posición estratégica en el Caribe o al dinero que le prestaron a Hugo Chávez y a Nicolás Maduro? Es evidente que no. El cambio de gobierno en Venezuela dependerá de variables extrahemisféricas en un juego estratégico imprevisible, que tiene como propósito debilitar a los EE. UU. y a sus aliados sin crear deliberadamente las condiciones de un choque entre grandes potencias.

 

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