Esta mañana, el presidente Petro intervendrá en la Asamblea General de Naciones Unidos. Hace un año su discurso fue muy comentado y en esta ocasión le corresponde el turno inmediatamente después de Lula y Biden, lo cual es una excelente ubicación. Pero lo hará en momentos de profunda crisis de la ONU ante un mundo caracterizado por creciente conflictividad, fragmentación e incertidumbre.
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La presencia del presidente ucraniano Volodimir Zelenski inevitablemente será el foco de atención, la cual agravará las profundas grietas que existen en la comunidad internacional en torno a la invasión rusa a su país. Por otra parte, la rivalidad entre Estados Unidos y China, cada vez más aguda, tensiona aún más las relaciones internacionales. El hecho de que los líderes de cuatro de los cinco miembros permanentes del Consejo de Seguridad -Francia, Reino Unido, China, Rusia– no asistan a la Asamblea General es un claro indicador del mal momento por el que atraviesa la ONU. El propio secretario general Antonio Guterres no esconde su frustración por la incapacidad para lograr reanudar el acuerdo entre Rusia y Ucrania sobre granos, mediar entre las facciones enfrentadas en la guerra civil en Sudán o hacer cumplir los compromisos globales frente al cambio climático, para solo mencionar algunos de los asuntos más apremiantes. Es precisamente en estas aguas turbulentas de la política global en las que le corresponde navegar al presidente Petro, lo cual hace su tarea más difícil, pero a la vez más importante.
Desde el inicio de su gobierno, Petro le ha dado un fuerte viraje a la política exterior colombiana, promoviendo al país como potencia mundial de la vida e impulsando temas como el cambio climático y la reformulación de la política de drogas. En estas últimas semanas su actividad internacional ha sido aún más intensa y se ha concentrado no solo en promover los temas sino en afianzar aliados claves. Asistió a la Cumbre de la Amazonía en Belem, convocada por Lula, previamente invitándolo a Leticia, siendo Brasil socio indispensable en asuntos ambientales. Luego fue anfitrión en Cali de la Conferencia Latinoamericana y del Caribe de Drogas con la muy destacada presencia de AMLO, siendo México actor fundamental en cuestiones del narcotráfico. También estuvo en Santiago de Chile para la conmemoración de los 50 años del golpe militar, acto de fuerte contenido simbólico y de clara solidaridad con Boric. Es muy diciente que Petro haya llegado a Nueva York para la reunión de la ONU proveniente de La Habana donde asistió a la Cumbre G77+China, escenario clave del Sur Global.
Se escuchan muchas críticas quejándose de la viajadera del presidente y menospreciando la importancia de asistir a tantos eventos en los cuales si bien priman las fotos y las declaraciones diplomáticas también se tejen relaciones y compromisos que resultan esenciales. Pero además la política exterior del gobierno Petro no ha sido solo discursos, sino que ha tenido unos resultados muy concretos. Por ejemplo, se ha constituido un robusto apoyo internacional al proceso de diálogos de paz con el ELN mediante los países garantes (Noruega, Cuba, Venezuela, México, Brasil), los países acompañantes (España, Alemania, Suecia, Suiza) y la ONU, con el respaldo unánime del Consejo de Seguridad, palabras mayores en estos tiempos tumultuosos. Otro acierto indiscutible son las muy buenas relaciones que existen con Estados Unidos, que se acaban de ratificar con la certificación en materia de lucha contra las drogas por parte de la administración Biden, pese al aumento en los cultivos ilícitos. En relación con la crisis en Venezuela, Colombia ha dejado de ser parte del problema y es hoy actor clave en la solución.
Por importante que nos creamos, Colombia es en últimas solo un país de poder medio. Por ello, el presidente ha entendido que para lograr sus propósitos es clave obrar en el contexto latinoamericano en el que se ha posicionado como un líder regional, cultivando aliados, pero también señalando contradictores como Bukele y más recientemente Ortega.
Sin duda, Petro impulsa una agenda súper ambiciosa. Mientras que el gobierno Santos fue exitoso en alinear a la comunidad internacional a favor de la política nacional de paz, lo cual no fue fácil, Petro busca desde Colombia incidir en la política global, un objetivo mucho más exigente. Ninguno de los temas son sencillos ni se resolverán en el corto plazo. Es cierto que hoy la atención del mundo está centrada en otros asuntos que han desplazado temas como el cambio climático, mientras que la política de drogas no está dentro de las prioridades. Lograr consensos en una comunidad internacional cada vez más quebrantada es meta de talla mayor. Pero por ello mismo, es pertinente y necesario poner ciertos temas sobre la mesa e impulsar debates ineludibles con persistencia y valor.
En contraste con las dificultades que el gobierno Petro enfrenta en el plano nacional, el balance en el ámbito internacional es mucho más favorable. Indiscutiblemente, en su primer año ha logrado darle un vuelco a la política exterior colombiana. Está por verse su efectividad, que solo podrá medirse en el mediano y largo plazo. Pero precisamente entre más largo y arduo sea un camino, más trascendental es tomar los primeros pasos.
* Profesor de la Universidad Nacional de Colombia y director de Planeta Paz.
