Un haz de preguntas que debería parecer obvio es cuántos doctorados en ciencia e ingeniería tenemos por millón de habitantes, cuánto nos falta en capital humano avanzado para impulsar el desarrollo del país a otro nivel de ingresos, cómo estamos de instituciones que administren esa inversión y, bueno, dada la coyuntura, cuál es y puede ser el rol de Colfuturo en semejante reto de país, en el marco de una política seria y ambiciosa de ciencia, tecnología e innovación (CTeI).
En 2019, Colciencias informó que en cinco años habíamos pasado de 8,2 a 16 doctores (en todos los campos) por millón de habitantes. A modo de referencia: hace 10 años, Alemania tenía 93 doctorados en ciencia e ingenierías por 100 mil habitantes jóvenes (20-34 años). Estamos lejos en densidad de capital humano avanzado, pero el gobierno decidió desfinanciar y atacar a la institución que mejor funciona en este campo, esgrimiendo argumentos todavía más dañinos. Una institución que es pequeña para lo que necesitamos: el gobierno ponía el 33 % del valor de cada promoción, entre 7 y 10 millones de dólares al año. Muy poco, comparado con lo que han despilfarrado.
Los beneficiarios de Colfuturo tienen que ganarse un cupo en las mejores universidades del mundo, compitiendo con talentos de decenas de países. Más o menos lo que hacen nuestros futbolistas que juegan en las mejores ligas de Europa y luego nos representan en el Mundial. Con el argumento del gobierno frente a Colfuturo, tendríamos que preguntarles primero de qué estrato vienen (aunque ya todos sean ricos) para saber si son bienvenidos a la Selección. Ese no es un sentimiento de nación, sino de política de clase (desde el gobierno de la nación), que además no comprende la movilidad social y la formación del capital cultural de los individuos.
Nuestros camaradas desatados, que tradición tienen de burgueses metidos a revolucionarios, creen que todos los privilegiados o aventajados hacen daño o son malos, menos ellos. Olvidan que la desigualdad se reduce con educación de calidad desde el preescolar y pretenden hacer justicia social en el nivel del conocimiento donde lo relevante es qué busca el investigador, no quién es. A los que pueden construir vacunas, diseñar nuevos materiales o soluciones tecnológicas, p.e., no se les mira el estrato o la “clase” (que aplica para la política social), una noción cada vez menos importante. Lo que procede con ellos es el impacto social y/o económico real de los resultados de su investigación, financiada por la sociedad. Pero los populistas quieren que el estrato 2 odie al 4, cuando por movilidad social para allá va, es decir, que odien a sus hijos o a sí mismos.
El gobierno que apenas ejecutó el 18 % de los $3 billones de regalías del bienio 2023-2024 para CTeI y que por segundo año consecutivo no sacó adelante el programa de Beneficios Tributarios a la CTeI, dice que en siete meses mejorará lo que hace Colfuturo. Improbable. Así que insisto en darle tanta importancia a la política de CTeI como a la política monetaria y cambiaria, es decir, crear un arreglo parecido al del Banco de la República: una junta independiente de periodo fijo y dedicación exclusiva, que tome las decisiones de política presidida por el ministro del ramo sobre una bolsa de recursos unificada (del presupuesto de la nación y de regalías). Corea del Sur hace algo parecido.
Esa reforma institucional nos ahorraría muchos problemas, nos permitiría tomar decisiones de largo aliento y ayudaría a consolidar un ecosistema de otorgantes y administradores de créditos-beca para estudios de posgrado en el exterior: MinCiencias, universidades, Comisión Fulbright, BanRepública, Colfuturo, Icetex, Sapiencia, Atenea, DNP, grandes empresas que lo hacen internamente, con otra escala, bajo prioridades en una estrategia de crecimiento económico acelerado.
Claro que es posible mejorar cosas en Colfuturo y también aumentar la participación de orígenes más humildes entre sus beneficiarios, lo que ha buscado de tiempo atrás con una iniciativa específica, que se podría reforzar, pero estos golpes del gobierno son simplemente destructivos. No saben lo que es construir instituciones, ni aprender incrementalmente, ni cooperar, y ya mejores cuadros no tienen. Otros cuatro años sería ponerse en manos seguras para el desastre total.
Feliz año nuevo para los amables (y no tan amables) lectores.