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De cómo la centro-derecha está confluyendo con la izquierda en el nuevo eje de la seguridad social.
El COVID-19 corrió notablemente el eje de la división izquierda-derecha en Colombia: de la seguridad física a la seguridad social. La negociación con las Farc fue una variación en torno a cómo quitarse de encima una organización de violencia física. La contención del COVID-19 nos puso frente a los riesgos de la carencia de seguridad económica y social de amplia parte de la población.
Lo que estamos observando es que esa clara diferencia de principios y alternativas en el eje de la seguridad física no se da en el eje de la seguridad económica y social. No es solamente que por competencia política la centro-derecha también haga propuestas populares o populistas, sino que está confluyendo con la centro-izquierda en lo cultural y lo ideológico sobre el nuevo eje (social).
En las medidas de ayuda a la población se impone la necesidad inmediata y las restricciones son fiscales y logísticas, pero en cuanto a las soluciones estructurales sí hay un gran margen de discusión. Sin embargo, la lógica de las medidas coyunturales se está extendiendo para políticas permanentes, lo que implica un problema, y no solo porque no alcanzaría la financiación pública.
En palabras de una ilustre decana de Derecho: “Es urgente seguir aumentando los recursos para resolver el mínimo vital y, ojalá, la renta básica”. En las de la Escuela Nacional Sindical (ENS): “(nuestra) propuesta parte de asimilar el concepto constitucional del “mínimo vital”, con el de Renta Básica Universal (RBU)”.
La ENS propone “financiarles el mínimo vital desde medio hasta un salario mínimo legal mensual, a aproximadamente 10 millones de hogares de estratos 1, 2 y 3, por todo el tiempo que dure el confinamiento obligatorio y 3 meses adicionales”, lo que costaría $8.8 billones mensuales.
¿Cómo financiar? “Por la crisis del coronavirus los pagos de la deuda externa deberían suspenderse hasta que haya una completa recuperación económica” (ENS). Esta es la matriz de soluciones que se impondrá en el debate electoral bajo el nuevo eje de división ideológica, si el único argumento es la imposibilidad fiscal.
Lo primero es aceptar que ese es el tema principal, el aseguramiento económico y social de la población, y no tratar de poner el tema anterior. Lo segundo, compartir el ideal, socialista si se quiere. Y tercero, construir una sólida y coherente visión alternativa para el mismo problema, con otra solución.
El aseguramiento económico y social no se puede hacer con la informalidad laboral que tenemos, y no podremos acabar la informalidad con las cargas asociadas a la nómina que tenemos. Lo que nos lleva a que el recaudo tributario debe ser más alto con una mayor base de contribuyentes: a mayor formalidad, menores tasas de impuestos, más recaudo.
El cambio de fondo es que la solidaridad pasaría de estar basada en la empresa y la caridad cristiana a estar basada en el Estado, pero pocos explican esto mejor que Jorge Humberto Botero. Hay nociones centrales del siglo XX que ya no funcionan, como la solidaridad intergeneracional para las pensiones.
Darle a la empresa ese fuerte rol en el contrato social nos llevó a la informalidad para escapar de tales cargas. Dejar volar a las empresas y cuando sean rentables ver si más allá de los impuestos se compensa la productividad de los trabajadores con participación en las utilidades.
La gran pregunta es quiénes se darán el lapo en la política colombiana para no seguir jugando con que sirven las nociones del siglo XX aún después del COVID-19.
