Una fórmula grupal para elevar la viabilidad política de la reforma educativa.
A raíz de mi columna sobre la necesidad de una reforma curricular y un cambio pedagógico, un precandidato presidencial me ha transmitido muy amablemente su preocupación por el que considera el mayor reto de la reforma educativa: “la condición política para poder hacer las transformaciones. ¿Cuál es el camino? No puede ser el de siempre. Ese da los resultados que sabemos: confrontación, pérdida”. Confía en su lema para los docentes, “somos buenos, pero podemos mejorar”, para desarmar los espíritus, y entiendo entre líneas que le parece que soy muy incisivo con Fecode.
La condición o economía política de la reforma educativa es ciertamente uno de los dos grandes retos (el otro es su diseño), y el precandidato me hizo acelerar esta reflexión sobre el liderazgo necesario, como también Rudolf Hommes con su “acusación” en X de que soy “cusumbo solo”.
Una reforma educativa exitosa requiere sostenerse más de un periodo de gobierno, entre seis y diez años, y hoy no tenemos la prioridad política (ni la coalición) ni el diseño. La educación no está en el top 5 de preocupaciones del electorado y el próximo presidente tendrá que gastar mucho capital político en resolver las crisis urgentes que dejará Petro, en un escenario de ajuste fiscal. La seguridad y el bolsillo de los colombianos irán primero.
No obstante, sería un error costoso no iniciar una reforma educativa integral, especialmente porque hay factores críticos (tecnológicos, demográficos, económicos, sociales) que están presionando cambios en la educación, y si se deja pasar más el tiempo y no se hacen de modo articulado llevarán a un desajuste todavía peor del sector frente a la productividad y la equidad. Pero nadie cree que en Colombia sea posible que un gobierno adelante las fases uno y dos de una reforma educativa y, el siguiente, las fases tres y cuatro.
La fase uno podría ser “resolver los chicharrones o urgencias subsectoriales con un marco de reforma integral”, es decir, saber qué sigue después de las medidas de solución que se tomen bajo el actual marco legal. Así, por ejemplo: i) restablecer los créditos subsidiados de largo plazo del Icetex, sabiendo el paso al año siguiente en la dirección de un cambio en la financiación y la equidad de la educación superior, o ii) normalizar la atención del ICBF a la primera infancia, despolitizando la selección de operadores y priorizando la eficiencia, con contratos a dos años, mientras se prepara una reforma institucional. La cuestión es tener un “marco de reforma integral” para el 7 de agosto (y el equipo que lo haya producido).
La dispersión de precandidaturas no ayuda (porque atomiza los esfuerzos de los expertos), pero una solución sería que un grupo de expertos de centro-izquierda y centro-derecha elabore un marco de reforma integral con un amplio y variado menú de medidas, del cual los precandidatos afines escojan. Un grupo con vocación de reformadores, no de administradores, que los próximos dos o tres presidentes no pueda ignorar para nombrar ministro, viceministros, presidente del Icetex, directores del Sena y el ICBF. Un grupo en el que estén Marcela Meléndez, Natalia Ariza, Sandra García, Javier Botero, Patricia Martínez, Hernando Bayona, Manuel Acevedo, Felipe Barrera, Víctor Saavedra, Luz Karime Abadía, Gloria Bernal, Darío Maldonado, David Forero, Juan Camilo Chaparro, Yesica Fernández, María Figueroa, Arturo Harker, Victor Manuel Gómez, Andrea Escobar, Rafael Arias. Este listado es demasiado bogotano y uniandino, pero con claridad del marco de reforma habrá expertos de las regiones que se vinculen. Ningún candidato podrá tener a todos estos expertos de modo individual, pero sí en la fórmula grupal, aprovechando que la diferenciación en propuestas de educación no será lo que gane la presidencia.
Y doctor Hommes, gracias por aclarar que no soy “neofascista”, pero si fuera “cusumbo solo” me limitaría a ayudarle en educación al precandidato que me lo pidió y no estaría pensando en estrategias grupales.