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Cómo enfrentar el desafío populista que tomó ventaja con la consulta popular sobre la reforma laboral.
La clase dirigente y la mayoría de los colombianos parecen tener claras las premisas del futuro del país, pero no la conclusión: i) el cambio de Petro ha sido un retroceso o empeoramiento, y ii) después de Petro no deberíamos regresar al estado de cosas que llevó el populismo al poder.
La conclusión sería que necesitamos probar otro tipo de cambio que resuelva los problemas del país. Lo que no está claro es el tipo de cambio.
En rigor, puede decirse que no veníamos en una senda equivocada, sino en modo lento y mediocre. Con un Estado, una economía y una democracia bastante por debajo de lo que exige alcanzar el desarrollo y el bienestar para las mayorías en 30 años.
La solución, aparentemente, consistiría en retomar el rumbo y ponerle velocidad y eficacia. Un cambio incremental, en esencia. En la tradición colombiana (de moderación y medianías), esto sería suficiente y meritorio, pero resulta que en 2022 se rompió la tradición colombiana y ahora tenemos un desafío inédito desde el poder.
2022, con las dos joyas de candidatos de la segunda vuelta presidencial, marcó el punto de inflexión de una clase dirigente que tiene los privilegios de tal, pero no cumple a cabalidad sus responsabilidades (dirigir y controlar en lo fundamental el destino de la nación para beneficio de los connacionales).
Como consecuencia, estamos viviendo la tentativa de meternos en un modelo político y económico fracasado y sin futuro, con un inquietante 30 % de respaldo de los colombianos. El desafío populista tiene una dimensión y una profundidad que tal vez no se pueda enfrentar con una propuesta de cambio incremental acelerado de la senda que traíamos. Es probable que solo un cambio cualitativo en el mismo rumbo correcto nos permita superar el desafío.
La consulta popular en trámite sobre la reforma laboral ilustra la cuestión: la oposición no tenía claro qué responder a una demanda de más ingresos para el trabajo formal. Primero hunde la reforma en Séptima de Senado, luego quiere rescatar una parte, después considera la abstención, mientras el gobierno aprovecha el papayazo y crea un escenario donde gana con cualquier resultado en la consulta popular.
Le regalaron al presidente la bandera del aumento de los recargos nocturnos y dominicales, y por ahí derecho de todo el tema laboral, en vez de aceptar desde un comienzo lo aceptable, delimitando el impacto para las compañías que pueden asumir los mayores costos y mostrando la inconveniencia para la gran mayoría de empresas y la creación de empleo. Ahora la desventaja es grande.
El presidente Petro pudo haber iniciado un cambio necesario y sostenible en el capitalismo colombiano, pero no lo hará porque es anticapitalista y antisistema hasta la médula. Lo que nos ha ofrecido es lucha de clases, estatización y desprecio de la democracia liberal. La izquierda radical no busca cambios que puedan mejorar el desempeño y la aceptación del sistema capitalista, sino cambios que lo anulen o lo hagan inviable.
¿Podrán la centro-izquierda y la centro-derecha impulsar un tipo de capitalismo que convierta a la gran mayoría de colombianos al liberalismo económico y político por razones de bolsillo y de bienestar?
Continuará con ideas concretas para un cambio cualitativo en la trayectoria que sabemos que funciona.
