El núcleo de la reforma educativa es curricular y pedagógico.
Según estudios comparativos, Colombia tiene un número alto de asignaturas para estudiantes de 14 o 15 años: 10-12 (versus 6-7 de Finlandia, por ejemplo, o 7,6, el promedio en la OCDE). La realidad es que con frecuencia en Colombia son 15-16 materias y una carga académica que puede superar la de un pregrado universitario. Es claro que tenemos un problema de “saturación curricular”, pero lo que nos gusta hacer es incrementarlo. Proponer y crear asignaturas en el Congreso se ha vuelto una tentación irresistible.
En breve, el núcleo de la gran reforma educativa que necesitamos debe ser una reforma curricular y pedagógica, es decir, sobre qué aprenden y cómo aprenden los estudiantes, que es la razón de ser, subvalorada, del sistema educativo. La reforma curricular es i) establecer un currículo básico nacional que ii) disminuya el número de asignaturas, iii) entregar libros de texto de todas las asignaturas a todos los estudiantes y iv) crear una app que permita saber qué está pasando en las aulas en tiempo real. Los numerales iii y iv son para ayudar a asegurarse la efectividad de esta reforma (entre el currículo intencionado, el implementado y el evaluado llegamos al desastre actual).
La reforma curricular va de la mano con el cambio pedagógico: la adopción de metodologías activas como aprendizaje basado en proyectos o en problemas, por ejemplo, será lo que permita la apropiación de materias fundamentales (biología, física, química, p.e.) e integrar conocimientos de disciplinas que pierdan lugar propio en el currículo. Extrañamente, en colegios hay materias como “Ciencias económicas” y “Ciencias políticas”, cuando se podría enseñar principios de economía o del funcionamiento del Estado en desarrollo de proyectos de biología, p.e., donde se entenderían más vívidamente.
Aunque no sea evidente, un problema asociado a lo curricular y a lo pedagógico es la edad de egreso del colegio (grado 11). En Colombia se gradúan cada vez más a los 16 años, incluso a los 15, más temprano que en otros países, como Finlandia (18-19 años), Estados Unidos y Japón (18 años), por ejemplo. Si bien está de por medio arreglar la educación media (grados 10 y 11), que es básicamente una reforma curricular e institucional, lo cierto es que el desarrollo cognitivo no es igual a los 14 que a los 17 años. Necesitamos que todos comiencen a los 3 años con un preescolar basado en el juego como estrategia de aprendizaje, que los apreste para las matemáticas, p.e., y salgan del colegio a los 18 años, con una serie de competencias de las que carecen los bachilleres de 15 y 16 años.
Naturalmente, una reforma curricular y pedagógica debe ser tributaria del ser colombiano (que implica un cambio cultural), del capital humano al que le apostamos, y de modo concomitante del desarrollo y del bienestar que buscamos, y de la vida en sociedad que anhelamos. Es un asunto muy serio para dejarlo solamente en manos de quienes ha estado. Y por eso hay que tener historia y geografía como materias independientes, y poner a nuestras mejores mentes a guiar esos contenidos, sin pena.
Ciertamente, en todo esto nos jugamos el futuro del país y todo esto afecta a los docentes, lo que nos pone de cara a la economía política para los grandes retos de la educación.