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Gerencia y bienestar en universidades públicas

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Daniel Mera Villamizar
09 de julio de 2010 - 02:28 a. m.
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NOTABLES ACADÉMICOS ATRAPADOS en cargos administrativos y 45% de deserción por cohorte.

Sin un mejoramiento cualitativo de la gestión universitaria y del bienestar estudiantil, entre otros cambios, el sistema de educación superior pública, que responde por el 55% de la matrícula, no ayudará lo necesario a cumplir las metas de la década. Entre ellas, consolidar la masificación con inclusión social, pasando del 35% al 50% de cobertura o más, y subir la permanencia estudiantil al 75%. ¿Qué tipo de gestión lograrán esos y otros progresos sostenidos?

Una gestión más profesional, a partir de la creación de un régimen de carrera de administradores universitarios que promueva la especialización de talento humano en las diferentes funciones no académicas ni intelectuales de la gestión de una institución de educación superior. La improvisación de profesores como directores o “gerentes”, y la ausencia de perfiles y competencias específicas para cargos de responsabilidad media, ponen significativas cantidades de recursos físicos, humanos y financieros en manos inexpertas. Los académicos necesitan un cuerpo gerencial y de gestión competitivo a su servicio, y los funcionarios de este cuerpo necesitan una carrera, estímulos, estabilidad.

Los cargos de vicedecanos de estudiantes, directores de planeación y de admisión o  vicerrectores de bienestar, por ejemplo, podrían ser parte de la carrera de administradores universitarios, evitando, además, la alta rotación. Cada institución decidirá, con autonomía, si vincula su personal administrativo a la carrera, contribuyendo a crear un mercado nacional de gestores universitarios que redundará en la eficiencia de las instituciones y del subsistema. El Gobierno, sin embargo, a través de incentivos financieros, podrá impulsar dicha carrera. Esto llevaría a que en la reforma de la Ley 30 de 1992, también se modifiquen las instancias colegiadas, enfocándolas en las cuestiones académicas y tal vez variando su composición.

Si Bienestar es el área encargada de liderar la permanencia de los estudiantes, especialmente de los que tienen bajo nivel socio-económico y académico, habrá que llegar a otra transformación. Lo que dice la ley citada no fue pensado para la descomunal tarea de dar realidad a la inclusión de nuevos sectores sociales en la educación terciaria, sino para enriquecer la experiencia de vida de estamentos sin privaciones en la universidad, un enfoque que debe complementarse. Por eso habló de un 2% del presupuesto de funcionamiento de cada institución para bienestar universitario. El nuevo reto puede verse así: si el subsidio en la matrícula es “$100”, pero no consigue, a modo indicativo, “$15” más para “bienestar”, perderá los “$100”. Casi uno de dos alumnos pobres está desertando. Como vivienda y alimentación son carencias de muchos, en lugar de hacerse cargo Bienestar, habría que fomentar una industria de servicios para la retención estudiantil, incluyendo quizás el acompañamiento psico-académico. La universidad no puede hacerlo sola, ni aun teniendo la plata. Al final, los académicos tendrían más poder estratégico y menos dolores de cabeza por gerenciamiento, con una sociedad agradecida.

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