LOS HIMNOS NACIONALES "SON ANAcrónicos y deslucidos", "parecen absurdos o ridículos", y despiertan un sentimiento caprichoso, el patriotismo.
Así escribió el profesor Mauricio García Villegas en “Contra los himnos nacionales”, aquí en El Espectador (29/01/11). Una respuesta desapasionada se limitaría a responderle que tal vez no escogió las palabras precisas. Una apasionada se metería con el trasfondo e implicación de su postura intelectual.
Probablemente quiso decir “himnos anticuados, pasados de moda, propios de otra época”, y no anacrónicos. Según la Real Academia, anacronismo es un “error que consiste en suponer acaecido un hecho antes o después del tiempo en que sucedió, y, por extensión, incongruencia que resulta de presentar algo como propio de una época a la que no corresponde”. Una forma de anacronismo es, por ejemplo, empinarse con la regla estética y axiológica del siglo XXI y encontrar que los himnos nacionales, del siglo XIX, tienen una “dudosa textura literaria”, “una letra de espanto” y cantan la sangre vertida del enemigo, lo que molestaría al pacifismo actual.
Con “sentimiento de superioridad nacional” quizá quería referirse al nacionalismo y no al patriotismo. Según el profesor García Villegas, “nadie lo ha dicho mejor que Bernard Shaw: El patriotismo es esa convicción de que el país de uno es superior a los demás por el simple hecho de haber nacido en él”. Vargas Llosa tampoco lo dijo tan mal en Estocolmo 2010: “No hay que confundir el nacionalismo de orejeras y su rechazo del ‘otro’, que convierte en valor supremo (…) la circunstancia fortuita del lugar de nacimiento, con el patriotismo, sentimiento sano y generoso, de amor a la tierra donde uno vio la luz, donde vivieron sus ancestros y se forjaron los primeros sueños”. Puede citarse a Habermas para cortarle vuelo a un descrédito sumario del patriotismo: “El concepto de patriotismo constitucional se dirige contra la concepción nacionalista”.
Ahora, ¿cuál es el trasfondo y la implicación del discurso del prestigioso profesor Mauricio García? Él piensa que “el problema con los himnos es que han perdido esa conexión básica que tuvieron algún día con la realidad”. ¿No es acaso “la realidad” (de la cultura) el que la gente entone el himno sabiendo y sintiendo que narra el origen de la nación? Si cuando él canta el himno piensa lo que escribió, entonces la desconexión sería suya. El trasfondo probable es la incomodidad, la desconexión y la incomprensión anacrónica, exageradas, de muchos intelectuales con la historia nacional.
Una consecuencia de la argumentación contra los himnos sería reescribirlos, para que en 100 años otro columnista los considere “absurdos o ridículos”, abolirlos, o mejor hacer que la educación contextualice sus “letras de espanto” completas, pero eso fortalecería el patriotismo. Nos expondríamos a unos patriotas de mano en pecho y a unos críticos helados de las “emociones patrias”, aunque valdría la pena.