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Historia y adoctrinamiento en colegios

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Daniel Mera Villamizar
13 de diciembre de 2025 - 05:02 a. m.
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El presidente Petro anunció nueva cartilla basada en la Comisión de la Verdad sobre la historia reciente del país.

El razonamiento es sencillo: si la interpretación del conflicto armado de las últimas décadas divide a los adultos, ¿por qué llevar a las aulas ese debate que fomentaría prematuramente división entre niños y adolescentes? La respuesta es que estos cuatro años llevaron una sola versión de la historia, la que hizo la Comisión de la Verdad.

Como sabemos, la Comisión de la Verdad (CV) fue una instancia temporal pactada en el Acuerdo Final con las Farc, cuyos once integrantes fueron escogidos por el gobierno dentro de la lógica de la negociación, que no obtuvo la legitimidad necesaria. Una CV fallida.

Cualquier líder consciente de las disputas intelectuales y de sus implicaciones políticas sabe que llevar la cartilla de la CV a los colegios es alimentar la polarización y dificultar la paz política, y obviamente tomar partido. Como hacen el presidente y el ministro de Educación con la cartilla hecha por Ciencias Humanas de la UNAL para 5.000 colegios.

Cualquiera, menos Alejandro Gaviria como ministro de Educación, y Claudia López, como alcaldesa de Bogotá, que lanzaron con algarabía la “socialización y pedagogía del Informe Final de la Comisión de la Verdad en colegios de Bogotá”. La CV dispuso varias herramientas didácticas para “La Verdad en la escuela”.

Una de ellas, “diez propuestas de intervención curricular de inspiración para los miles de maestros que están enfrentando el reto de acompañar a sus estudiantes a comprender la historia reciente de Colombia con énfasis en el conflicto armado”.

Imagínense el tipo de conversaciones en las aulas, donde prima la opinión política del docente, mientras saben muy poco los estudiantes de la historia nacional. El adoctrinamiento a sus anchas, porque el precepto de la “neutralidad valorativa” del docente en temas políticos en el aula está lejos de aplicarse.

Vuelvo, entonces, a una propuesta de hace cinco años sobre la enseñanza de la historia (y la geografía), con una modificación. Como dijera Richard Rorty, “el orgullo nacional es a los países lo que la autoestima a los individuos: una condición necesaria para la autorrealización”. No es difícil alcanzar un consenso sobre eso.

Y la educación básica y media no nos está formando generaciones con orgullo nacional, con sano patriotismo, sino jóvenes con una mezcla de ignorancia y desprecio por la historia de nuestra nación, producto del sesgo ideológico, que el presidente ha exhibido tan bien, imperante en la educación.

i) Historia y geografía como materias independientes hasta noveno grado, en lugar de “ciencias sociales” (la Ley 1874 de 2017 hizo lo contrario); ii) un objetivo específico de la básica primaria no sería la “iniciación en el conocimiento crítico de la historia de Colombia”, como dice esa ley.

En quinto de primaria no necesitamos que profesores se sientan muy profundos y críticos diciendo que la independencia fue una sustitución de oligarguías. Necesitamos que los niños valoren y se sientan orgullosos de la revolución que nos llevó a ser una república con igualdad ante la ley (con corte a la Constitución de 1991). Y esto debe estar explicado en los libros de texto públicos que reciban todos los estudiantes.

En la media, grados 10 y 11, se introduciría el debate crítico y pluralista de la historia contemporánea de Colombia, con sumo cuidado y más con preguntas que respuestas. Bien vale un encontronazo para eliminar una fuente estructural de polarización, demasiado costosa.

@DanielMeraV

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