¿Cómo buscar que las 20.000 becas de posgrado mejoren el aprendizaje de los estudiantes?
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El Ministerio de Educación acordó con Fecode “126.000 movimientos en el escalafón” (reubicaciones salariales y ascensos) durante el cuatrienio, lo que consumiría una parte importante del incremento presupuestal del sector. Ello incluye 5.000 becas para licenciaturas y 20.000 para especializaciones, maestrías y doctorados.
La cuestión es que la evidencia no es concluyente sobre el efecto de los posgrados de los docentes en el proceso de enseñanza-aprendizaje, pues depende de distintas variables. Si nos atuviéramos a la literatura y a lo que sabemos vivencialmente, iríamos más despacio y razonadamente con esta política.
El problema es que los títulos de maestría o doctorado son un requisito para ascender al grado tres y para mejorar asignación salarial del grado dos en el escalafón del Estatuto 1278/2002, y los de especialización sirven para el grado 14 en el 2277/1979. Así resulta muy difícil tener una “discusión técnica” al respecto en la negociación colectiva con el sindicato.
Este Gobierno, además, ha adoptado el lema de Fecode de la dignificación de la profesión docente como eje de su discurso. Muy distinto sería si pusiera en el centro el aprendizaje de los estudiantes, esencia del interés general en la educación, que le corresponde defender al Gobierno.
Como es aconsejable buscar transiciones en una verdadera reforma educativa, entre otras razones para hacerla políticamente viable, tiene sentido pensar en maestrías docentes en modalidad dual: un año de formación teórica, un año de implementación práctica en el aula de clases, un semestre de validación teórica, un semestre de validación práctica, con documentación del rendimiento de los estudiantes.
No se trata de eliminar la posibilidad de maestrías de investigación cuyo producto es un artículo publicable, pero que ese énfasis sea tan frecuente es un hecho que debemos parar en algún momento. Normalmente las competencias de investigación no están tan ampliamente distribuidas.
La modalidad dual reflejaría bien una prioridad nacional del aprendizaje estudiantil, pero choca con intereses y statu quo: i) los docentes verían postergado un año el ascenso (salarial, aunque se les podría pagar retroactivo); ii) las universidades tendrían que rediseñar su oferta (el contenido, la metodología) y el flujo de ingresos les cambiaría (aunque la competencia haría que se adaptaran); iii) las secretarías de Educación tendrían la función de monitorear las implementaciones en el aula de los docentes becados (aunque es otra razón para fortalecerlas institucionalmente).
Los docentes son el principal recurso de la calidad educativa y para eso hay que alinear los incentivos. Lo que no está bien es separar la carrera docente de los resultados de los estudiantes. Se puede acordar que los resultados en las pruebas estandarizadas no representan todo, sin menoscabo de las competencias básicas o duras.
Pero pagar —no se sabe cuántas— maestrías que no beneficiarán a los estudiantes y sí subirán el costo de la nómina, en desmedro de inversiones en laboratorios y otros recursos de calidad educativa, solamente por economía política, por no desagradar a Fecode, es éticamente insostenible, si la ética es servir al interés general desde el Estado.