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INTEGRAR CONCEPTUALMENTE EL objetivo de la innovación en la misión de las instituciones de educación superior e impulsar la creación de una concomitante institucionalidad, son dos pasos necesarios para elevar la contribución del subsector al desarrollo.
Gráficamente, los líderes de la competitividad sueñan con la innovación “disruptiva”, y los ortodoxos de la autonomía universitaria creen que esa es una tendencia del mundo productivo, para la cual bastan los (8) comités universidad-empresa-Estado. Como “fase uno”, estuvo bien.
En el siguiente nivel, cuando se habla de “locomotora”, conviene mostrarle a la comunidad de la educación terciaria, y al país, que la innovación que vale la pena no es sólo la radical, al alcance de pocos, sino que hay diferentes tipos de innovación, aplicables también al mundo social, por parte de todas las disciplinas y profesiones. La innovación, entendida de modo amplio, podría ser un vértice de la “extensión”, la tercera misión de la universidad, y dar lugar a un fenómeno masivo, descentralizado, sistémico, del que surgirían los innovadores disruptivos empresariales.
La “extensión” ha sido un concepto maleable, un “depósito múltiple” donde caben desde cursos libres hasta consultoría, pasando por voluntariado social y, a veces, un poquito de politiquería. La universidad no ha llegado a una definición satisfactoria de su “proyección social”. Si innovación es resolver problemas económicos y sociales con nuevas fórmulas que usan conocimiento, tecnología, investigación y, casi siempre, recursos escasos, entonces parece una buena manera de hacer “transferencia” a la sociedad. Al adoptarse misionalmente, se insertará normativa y organizacionalmente en cada institución, con una fina relación entre docencia, investigación y extensión.
Con un nuevo marco mental, fluirá la institucionalidad de la educación superior para la innovación. Las recomendaciones del Conpes 3582/2009, de Política nacional de ciencia, tecnología e innovación, para el Ministerio de Educación, son atendidas por un proyecto; el siguiente paso es que las estrategias sean administradas y avanzadas por una nueva subdirección, por ejemplo. El Decreto-Ley 1279 otorga mayores puntos salariales a los docentes por consecución de patentes, y las universidades les dan participación en las regalías por la explotación comercial de sus invenciones, pero ¿por qué no incentivar también las innovaciones sociales que consiguen ahorros y mejores resultados? Los proyectos de grado podrían ser un motor de innovación en distintos niveles y áreas si se crea un sistema de estímulos coordinado con las prácticas profesionales y sociales en empresas grandes y mipymes, entidades estatales e instituciones del tercer sector. Con misión, se despierta la imaginación y se llega a la sofisticación más rápidamente.
En tal contexto, será natural que los indicadores de innovación, distintos de los de investigación, pesen más en el sistema de aseguramiento de la calidad de la educación superior, ojalá revisado. Y vayamos convirtiéndonos en un país volcado a la innovación.
