Salvarse de malas reformas y preparar las buenas.
“Diálogos de Futuro” es una iniciativa de reflexión e incidencia en torno a la educación superior de más de 40 organizaciones (universidades, sociedad civil y sector privado), que se originó en 2020 por un esfuerzo conjunto del Foro de Presidentes y Connect. La semana pasada hizo plenaria con un diálogo sobre “Reforma a la educación superior: asuntos críticos, oportunidades y riesgos”.
Los ponentes fueron: Ana Lucía Chaves, de ASCUN; John Jairo Arboleda, rector de la Universidad de Antioquia, y Francisco Piedrahita, ex-rector de la Universidad ICESI, y tuvimos el privilegio de ser comentaristas Rolando Roncancio, rector de la Universidad de la Sabana; Carlos Enrique Moreno, empresario, y el suscrito, bajo la conducción de Guillermo Carvajalino, coordinador de Diálogos de Futuro.
Con excepción del rector de la Universidad de Antioquia, todos expresaron fundadas preocupaciones por el sesgo estatista del gobierno, el procedimiento y el contenido de las reformas planteadas. Mi aporte fue un marco analítico con tres componentes: i) la diferencia de visiones sobre la reforma; ii) los “ingredientes” necesarios para una reforma exitosa y la situación colombiana; y iii) las dimensiones macro, meso y micro de una reforma educativa.
Aunque resulte obvio, ayuda esquematizarlo: la finalidad del gobierno es la creación y satisfacción de la educación superior como derecho fundamental, lo que le da un valor por sí misma a la cobertura; en contraste, la visión alternativa busca la productividad y la equidad, lo que eleva el valor de la pertinencia y la calidad de la cobertura.
En alcance y proceso, la reforma oficial anunciada se ocupa de un “subsistema”: el estatal, con un horizonte de corto plazo: no se sabe qué viene después, dado que lo importante es movilizar políticamente y tener más incidencia del activismo en los consejos superiores universitarios. En contraste, la visión alternativa propone ocuparse de toda la oferta, el sistema mixto, público-privado (más integrado que dual), con un horizonte de largo plazo, secuencial, tratando de controlar los intereses políticos.
En instrumentos, el gobierno apuesta por la financiación de la oferta, sin indicadores de gestión, creyendo que con más gasto alcanzará las metas. La visión alternativa cree en la financiación de oferta y demanda, con indicadores (negociando con la autonomía universitaria cómo gastar más y mejor), y en la Financiación Contingente al Ingreso, FCI. Sin duda, serviría que los congresistas tuvieran claras estas diferencias de visión con el gobierno.
En cuanto a los tres ingredientes de una reforma exitosa que sugiere Jaime Saavedra, que los aplicó en Perú, aquí estamos bastante regular: i) “Políticas o programas razonablemente bien diseñadas”. Realidad: improvisamos (partidos sin programas, tecnocracia dispersa y débil), ii) “Capacidad de implementación”. Realidad: debilidad institucional, baja capacidad técnica del MEN; y iii) “Alineamiento político alrededor de la implementación”. Realidad: el multipartidismo “anárquico” no ayuda para coaliciones estables.
La dimensión “macro” brilla por su ausencia (relación de la educación con economía, equidad y cultura); igual la “meso” (relación entre subsectores e instituciones rectoras) y la “micro” nos da susto (relación de incentivos con principios adoptados y la gobernabilidad). La coherencia entre lo macro, lo meso y lo micro es la gestión del éxito para un crecimiento alto, una misión huérfana.
Salvarse de malas reformas y preparar las buenas.
“Diálogos de Futuro” es una iniciativa de reflexión e incidencia en torno a la educación superior de más de 40 organizaciones (universidades, sociedad civil y sector privado), que se originó en 2020 por un esfuerzo conjunto del Foro de Presidentes y Connect. La semana pasada hizo plenaria con un diálogo sobre “Reforma a la educación superior: asuntos críticos, oportunidades y riesgos”.
Los ponentes fueron: Ana Lucía Chaves, de ASCUN; John Jairo Arboleda, rector de la Universidad de Antioquia, y Francisco Piedrahita, ex-rector de la Universidad ICESI, y tuvimos el privilegio de ser comentaristas Rolando Roncancio, rector de la Universidad de la Sabana; Carlos Enrique Moreno, empresario, y el suscrito, bajo la conducción de Guillermo Carvajalino, coordinador de Diálogos de Futuro.
Con excepción del rector de la Universidad de Antioquia, todos expresaron fundadas preocupaciones por el sesgo estatista del gobierno, el procedimiento y el contenido de las reformas planteadas. Mi aporte fue un marco analítico con tres componentes: i) la diferencia de visiones sobre la reforma; ii) los “ingredientes” necesarios para una reforma exitosa y la situación colombiana; y iii) las dimensiones macro, meso y micro de una reforma educativa.
Aunque resulte obvio, ayuda esquematizarlo: la finalidad del gobierno es la creación y satisfacción de la educación superior como derecho fundamental, lo que le da un valor por sí misma a la cobertura; en contraste, la visión alternativa busca la productividad y la equidad, lo que eleva el valor de la pertinencia y la calidad de la cobertura.
En alcance y proceso, la reforma oficial anunciada se ocupa de un “subsistema”: el estatal, con un horizonte de corto plazo: no se sabe qué viene después, dado que lo importante es movilizar políticamente y tener más incidencia del activismo en los consejos superiores universitarios. En contraste, la visión alternativa propone ocuparse de toda la oferta, el sistema mixto, público-privado (más integrado que dual), con un horizonte de largo plazo, secuencial, tratando de controlar los intereses políticos.
En instrumentos, el gobierno apuesta por la financiación de la oferta, sin indicadores de gestión, creyendo que con más gasto alcanzará las metas. La visión alternativa cree en la financiación de oferta y demanda, con indicadores (negociando con la autonomía universitaria cómo gastar más y mejor), y en la Financiación Contingente al Ingreso, FCI. Sin duda, serviría que los congresistas tuvieran claras estas diferencias de visión con el gobierno.
En cuanto a los tres ingredientes de una reforma exitosa que sugiere Jaime Saavedra, que los aplicó en Perú, aquí estamos bastante regular: i) “Políticas o programas razonablemente bien diseñadas”. Realidad: improvisamos (partidos sin programas, tecnocracia dispersa y débil), ii) “Capacidad de implementación”. Realidad: debilidad institucional, baja capacidad técnica del MEN; y iii) “Alineamiento político alrededor de la implementación”. Realidad: el multipartidismo “anárquico” no ayuda para coaliciones estables.
La dimensión “macro” brilla por su ausencia (relación de la educación con economía, equidad y cultura); igual la “meso” (relación entre subsectores e instituciones rectoras) y la “micro” nos da susto (relación de incentivos con principios adoptados y la gobernabilidad). La coherencia entre lo macro, lo meso y lo micro es la gestión del éxito para un crecimiento alto, una misión huérfana.