Una alternativa de mayor impacto social que algunas transferencias condicionadas.
Dos de los grandes retos de la educación sin solución a la vista son la incorporación de los más de dos millones de jóvenes que ni estudian ni trabajan (ninis) y el mantenimiento de la infraestructura física de las 44.000 sedes educativas oficiales, aunque este problema crónico se subvalora. En apariencia, los dos retos no están conectados. Si le añadimos el desafío de asegurarnos una ética del trabajo y un sentido comunitario en la juventud desesperanzada no es fácil imaginar una política pública bajo restricciones fiscales y con los instrumentos conocidos. Efectivamente, hay que salirse de la caja.
Un principio de solución sería crear una moneda social o complementaria digital (cuasimoneda, como en distintos países) para pagar el trabajo de los ninis en reparaciones, mantenimiento y ornato de sedes educativas, que los ninis pudieran redimir en compra de alimentos, ropa, medicinas, y ahorrar para abonar a matrículas de formación y convertir en cupones de servicios de bienestar estudiantil en su siguiente fase de progreso personal. Pongamos que la moneda se llame ‘EduValor" y que tendría una relación de 2 a 1 con el peso (2 eduvalor equivalen a 1 peso).
Los cerca de 10.000 establecimientos educativos oficiales recibirían cada año una recarga digital de eduvalores equivalente, digamos, al 30 % de los recursos que les transfiere el ministerio por concepto de gratuidad. Si al colegio le transfieren $200 millones por gratuidad, recibiría 60 millones de eduvalores, que al Estado le costarían $30 millones, pero el rector podría usar como si fueran 60 millones de pesos o más, dependiendo de la oferta local de voluntarios ninis. Estos se registrarían en la app de EduValor, cuya base de datos (BD) se cruzaría automáticamente con unas pocas BD para hacer control. La tecnología no sería el principal escollo y, por supuesto, el operador sería un privado.
La moneda social tendría ventajas sobre algunas transferencias condicionadas: i) crea un beneficio social tangible (en la infraestructura educativa); ii) fomenta cultura y ética del trabajo y sentido de pertenencia comunitaria en jóvenes en riesgo de anomia (habría inducción al programa y actos de reconocimiento social); iii) provee ingresos a los ninis y una experiencia de trabajo orientada hacia la formación técnica, en principio; y iv) estimularía oferta y demanda de formación práctica para oficios relacionados con obras civiles. Con una parte del presupuesto de Renta Joven y de los contratos para hablar carreta que hace el ministerio de Educación se podría financiar la estructuración y un piloto de EduValor en cinco ciudades.
Algunos dirán: van a explotar a los ninis pagándoles menos por su trabajo. Recuerden: son recursos de la sociedad o los contribuyentes tratando de alcanzar varios objetivos sociales a la vez. Ahora mismo tenemos un desastre con la infraestructura escolar y con los ninis, y hay que ensayar soluciones distintas. Están equivocados los que creen que por arte de magia tendremos cómo asegurar una renta universal a los ciudadanos por hacer nada, como si eso fuera buena idea. Y sí, una moneda social exige atender múltiples variables, una administración sofisticada, pero podemos aprender de varias experiencias internacionales (Italia, Alemania, Corea del Sur, Brasil, España, Japón).