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Por qué no es bueno romantizar la etnicidad

Daniel Mera Villamizar
27 de noviembre de 2023 - 02:00 a. m.

Porque puede retrasar la llegada de la energía eléctrica y el progreso.

Hace varios meses una prominente líder afrocolombiana contaba que una joven la había “exhortado con vehemencia a no romantizar la pobreza”. El llamado le dio “vueltas en la cabeza por un buen tiempo” y, al parecer, finalmente la convenció. Gran servicio prestó la valiente joven.

Ahora tal vez puedan ensayar cientos de activistas con “no romantizar la etnicidad” (y menos imponerla). Romantizar no es una palabra registrada en el Diccionario de la Real Academia, pero resulta asimilable a “idealizar”: “Elevar las cosas sobre la realidad sensible por medio de la inteligencia o la fantasía” (RAE) o “considerar a una persona, una cosa o una situación como un modelo de perfección ideal o como mejor de lo que es en realidad” (Oxford).

Sin entrar en el eco todavía audible del Romanticismo, el movimiento cultural que reaccionó contra la Ilustración a finales del siglo XVIII, asumamos que romantizar es exagerar las virtudes de algo o ver virtudes donde (objetivamente) no existen. Pasa con la etnicidad, de naturaleza cultural, el conjunto de costumbres, creencias, prácticas por las cuales nos sentimos parte de un grupo “diferente” en la sociedad.

En Colombia el idioma, la religión, la cultura (de raíz hispánica y occidental) y la organización social compartidas por los cinco millones de descendientes de africanos (que conservan el color de piel en tonalidades oscuras) con todos los colombianos, salvo los grupos indígenas, impedirían que se hable de “grupo étnico” en el sentido habitual en las ciencias sociales, pero a la “etnicidad” se le considera automáticamente la esencia de su identidad.

Es natural que, después de la disolución traumática de las etnias africanas entre los esclavizados importados a las Américas y de siglos de experiencia en la modernidad en este continente, la “etnicidad” no estructure ni responda las preguntas relevantes de la vida de estas personas. Sin embargo, se le atribuye un alcance (y una virtud) que no tiene, sustituyendo en el discurso (la mentalidad) y con frecuencia en la práctica la identidad real más comprehensiva que tenemos, la de colombianos.

Lo cual no sería un problema si se tratara de decisiones libres de individuos aislados, que decidieran abandonar la cultura marco y subordinar las demás identidades a la fundamentada en la “etnicidad”. La cuestión se complica cuando se trata de políticas públicas dirigidas a redefinir la identidad de un grupo de millones de colombianos, porque crea desacuerdos donde antes había acuerdos.

A modo de ejemplo: antes teníamos un acuerdo sobre llevar energía eléctrica como condición de progreso; ahora eso depende de la “integridad cultural” de una comunidad que se improvise en el área para cobrar en la consulta previa, y se alega que cuál progreso.

Antes se elegía en comicios al mandatario (alcalde) de una entidad territorial y había una autoridad (gubernativa); ahora se escogen también en asambleas autoridades sobre territorios dentro de la entidad territorial y para algunos efectos no hay una autoridad sino varias, aunque solo una de ellas tiene un poder reglado y controlado.

Entonces, al romantizar la etnicidad, obviamente hay una economía política que beneficia a sus promotores, pero en general se crea una ficción cultural, social y política, en el nivel de las “narrativas”, que en la realidad funciona más como talanquera que como impulsora del desarrollo económico y social de las “comunidades étnicas”.

La alternativa es retomar intelectual y políticamente la experiencia en la modernidad para mejorarla y bajarle al esencialismo identitario.

@DanielMeraV

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Pedro Peregrin(63303)15 de enero de 2024 - 07:29 p. m.
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Margarita(75971)28 de noviembre de 2023 - 03:03 p. m.
Estoy de acuerdo con Octavio, incluso yo diría que si todo el artículo estuviera bien escrito al menos lo podríamos tratar de entender. Increible que publiquen este artículo.
Felipe(94028)27 de noviembre de 2023 - 10:11 p. m.
Existe una exaltación exagerada de lo "étnico" y lo "ancestral", puede que como forma de autoexclusión y a veces de resentimiento. Ni las etnias, del color que sean, son dechados de virtudes, ni lo ancestral salva de un linfoma; todos confían más en los doctores de un hospital para salvarse de una peritonitis que en chamanes "ancestrales". Otra cosa es inequidad, injusticia social, corrupción, violencia o narcotráfico, pero querer combatir esos males con enfoque étnico diluye el fin último.
Felipe(94028)27 de noviembre de 2023 - 09:57 p. m.
Somos criollos como resultado de la mezcla. En sociedades con mucha inmigración se percibe esa diversidad de etnias y de culturas, con el consiguiente rechazo de los que no quieren mezclas étnicas. Paradójicamente, tras más de 6 siglos de presencia gitana en Europa, son los propios gitanos los que aun hoy prohíben a sus mujeres mezclarse con no gitanos, como forma de preservación racial, racismo similar al de los nazis, que prohibían a las arias mezclarse con no arios.
Franz(62252)27 de noviembre de 2023 - 04:27 p. m.
¿Por qué no es bueno romantizar la modernidad? La columna habla de etnicidad, pero se ha repetido infinidad de veces con el mismo argumento: el individualismo aupado por el libre mercado genera el mejor de los mundos posibles. F. Savater tiene diatribas idénticas. El punto es si están entendiendo que están defendiendo una etnicidad moderna. Porque al suponer ese esencialismo racionalista, "una ficción cultural, social y política", deja de lado un par de siglos de reflexión humanista al respecto.
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